La corrupción como forma de gobierno
El 15 de abril de 1960 Jordi Pujol escribió, con Marta Ferrusola al teclado, un panfleto que acabó teniendo un importante papel a la hora de perfilar la leyenda que, gracias a su condena por los primeros hechos del Palau de la Música, ayudó a caracterizarlo al inicio de la transición como algo más que un banquero. Se titulaba Os presentamos al general Franco. E incluía un pasaje citado a menudo donde afirmaba que el General había “escogido como instrumento de gobierno la corrupción” porque sabía “que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre prisionero”. Sería interesante convertir este pasaje en el objeto de un ejercicio de citación comparada. Analizar cómo han evolucionado, a lo largo por ejemplo de los últimos cinco años, la frecuencia de su mención y los contextos de su uso. Desde que se utilizaba como un insólito epígrafe erudito en obras sobre la economía franquista y la corrupción hasta que, en verano pasado, se convirtió en un tópico legítimo entre aquellos que describían en el pujolismo la misma enfermedad que el doctor Pujol había diagnosticado medio siglo antes al franquismo. Sin olvidar, evidentemente, la etapa intermedia, que, aunque parezca que han pasado mil años, tuvo su punto álgido por Sant Jordi del 2013 como consecuencia de la aparición de un libro luego convertido en documental que pretendía relanzar el mito político de Pujol ligándolo a la épica del denominado “Proceso” en una operación de ciertos vuelos que no acabó de remontar por causas muy conocidas por todos.
Pocos años antes de que Pujol presentara Franco a los catalanes como si no lo conocieran, Alan Hillgarth, que había sido uno de los jefes de los servicios de inteligencia británicos en España, también lo había presentado a Churchill por si no lo acababa de conocer. Golpeando el mismo clavo que después golpearía Pujol, decía: “Franco ha establecido o ha permitido que se establezca un número inmenso de intereses creados en su régimen, por medio de empleos y privilegios, y casi todos estos intereses son activa y continuamente corruptos. Y el efecto de lo que ha permitido, sumado a las circunstancias de la época, es que en España casi todo el mundo, de arriba abajo, vive de la corrupción tanto si le gusta como si no”.
A Churchill, que durante la Segunda Guerra Mundial había autorizado el soborno de un buen puñado de militares españoles materializado gracias a las buenas artes del financiero Juan March y del mismo Hillgarth y a cuentas en bancos extranjeros, no le debía de sorprender mucho este informe exhumado por Peter Day a Los amigos de Franco. Los servicios secretos británicos y el triunfo del franquismo, recién publicado por Tusquets. Churchill, como Franco, nunca vio la corrupción como un problema, sino como una oportunidad. Y los admiradores catalanes de Churchill acabaron compartiendo con los herederos más espabilados de Franco tanto esta visión como sus réditos.
Churchill, como Franco, siempre vio la corrupción como una oportunidad