Públicos y Sismògraf
El mercado de la danza de Catalunya muestra este fin de semana en Olot trabajos de 20 compañías en busca de programadores
Catalunya tiene una curiosa vocación de reiniciarse en lo que a políticas culturales aplicadas a la danza se refiere. Una y otra vez, parte de unas bases que estratégicamente pretenden lograr que la “hermana pobre” de las artes alcance el estatus que goza en la mayoría de países europeos. La culpa de que el asunto no prospere, se insiste, es de la oferta. Debe ser atractiva para llenar teatros, de lo contrario, las compañías no saldrán de su déficit. El sector lleva lustros oyendo hablar de crear públicos, mientras las experiencias sin continuidad se suceden (Abril en Dansa, Dansa a Catalunya, Tens Dansa...) El déjà vu es notorio, y aún así, la profesión observa con desencanto entusiasmado el último movimiento del Govern.
Se trata del Sismògraf, el festival “que detecta el movimiento” y que desde su emplazamiento en Olot ha sido bautizado como mercado estratégico de la danza de Catalunya, así como Tàrrega lo es del teatro de calle y Vic de la música. En su sexta edición, el Sismògraf se perfila como el bastión de la Conselleria de Cultura para su Plan Integral de la Danza: “No es un hecho ocasional, responde a un sistema, es una forma de crear tejido”, señalan desde el Govern. El festival ha multiplicado por seis los 70.000 euros de presupuesto del 2014... El Govern pone 150.000, el Ayuntamiento de Olot 125.000 y la Diputació de Girona otros 30.000. El objetivo de este mercado, que en un fin de semana (del 24 al 26 de abril) concentra una oferta global y ecléctica , es amplificar la danza, aumentar la contratación y su público.
Programadores y audiencia tendrán ocasión de ver trabajos recientes de distintos estilos, pero con una característica esencial, esto es, la capacidad de adaptación a los tiempos que corren usando formatos flexibles que puedan desarrollarse en todo tipo de espacios. Imposible dar más facilidades al programador. “Es que Sismògraf no sólo detecta el movimiento, sino lo que es po- sible”, apunta la coreógrafa Sabine Dahrendorf, que estrenará Epíleg d’un inici, espectáculo ambulante pensado para personalizarse en entornos patrimoniales, en este caso L’Hospici (viernes y sábado, 23 h). Hasta una veintena de compañías mostrarán sus piezas: Àngels Margarit traerá sus desmontables Capricis sobre la música de Paganini y partiendo del teatro Principal (viernes, 21h), estrenará una versión de calle que se desplegará por los rincones de la ciudad. Roger Bernat, por su parte, representará su Consagración de la primavera en el Firal (viernes, 23 h); Sol Picó y Vero Cendoya interactuarán con el colectivo musical Moviment
Àngels Margarit estrena una versión de calle de ‘Capricis’, que se representará por los rincones de Olot
d’Insurrecció Sonora en una rigurosa improvisación (Sala Torín, sábado, 00.15h), y Sonia Gómez presentará entre otros trabajos un dietario de la soledad titulado Bailarina. A otras compañías como Cobosmika o Los Corderos se sumarán propuestas extranjeras como la de la contorsionista quebequesa Adreáne Lecrec, que explora cuerpo y arquitectura, o la de Circolando, que estrena fuera de Portugal su espectáculo Horas, dos ejemplos de “buena práctica” adaptativa.
“En general vivimos una época superficial, cuando hace 20 o 30 años apostábamos por piezas de riesgo”, concluye Àngels Margarit. “El programador se ha acomodado, se quiere el virtuosismo total, no ya del clásico, sino del contemporáneo. Pero las nuevas generaciones de coreógrafos seguirán haciendo piezas críticas que aquí no llenarán teatros, aunque en Europa encuentran su lugar, porque hay producciones para todos los niveles. No hay que olvidar que los gustos cambian, y eso se consigue leyendo el sustrato, debajo de muchas capas”.