La Vanguardia

“Cada mañana me planteo si debo seguir haciendo cine”

Tengo 39 años. Crecí en Banyoles. Nací y vivo en Girona. Vivo con Isa y tenemos una hija, Luna, de un año. Soy de sangre caliente, ante el contuberni­o haría la revolución, pero en mi parte racional soy reformista y antiviolen­cia. Soy ateo, pero creo de fo

- IMA SANCHÍS

Los actores han invertido su sueldo en esta película... Sí, y el equipo técnico. Si alguien va a verla, empezaremo­s a repartir. Empezar por arriesgar uno, eso les dignifica. Sí, pero yo no abomino de las subvencion­es. Se ha financiado con dinero público mucha película que ni se ha estrenado. Bueno, comparado con cualquier otro sector como los medios de comunicaci­ón, la cultura es el chocolate del loro.

La prensa también es cultura. A mí me encantaría que, igual que las películas subvencion­adas están obligadas a llevar el sello del ICAA, lo estuviera todo lo demás en un tamaño proporcion­al a la ayuda; entonces veríamos periódicos en los que las noticias no cabrían y coches que parecerían de fórmula 1, y empezaría el verdadero debate sobre la ayuda a la cultura.

¿Por qué hace cine? Tengo vocación de escritor pero no me gusta publicar. Y como en el cine debes mostrar lo que haces porque cuesta dinero y hay gente involucrad­a, eso me obliga a terminar las películas y enseñarlas, si no por mi tem- peramento igual no las acabaría nunca.

¿Y qué tipo de cuentos quiere contar? Me va el modelo Pessoa, intentar buscar cuántas personas distintas hay dentro de mí y meterme en cabeza ajena. El cine y la literatura ayudan a empatizar.

También hay directores que no le dan a la literatura. Sí, de hecho la nueva generación de cineastas son mucho mejores que los de mi quinta en todo pero han leído mucho menos, y eso es lo único que nos permitirá trabajar un poco más, porque si también leyeran nos retirarían ahora mismo.

Hábleme de esos retratos. Uno de los documental­es que más me marcaron fue La leyenda del tiempo (2006), rodado en el barrio gitano en San Fernando, el lugar con más paro de España y con gente más feliz.

Feliz sin dinero, ¿una contradicc­ión? La contradicc­ión es filmar documental­es en casas de barro en el país dogón y llevarte a los dogón a un hotel de cinco estrellas a Madrid para promociona­r la película. Es absurdo: su viaje en avión cuesta más que su manutenció­n durante un año y medio.

Creo que se ha quedado corto...

Tiene algo absurdo el sistema de vida que llevamos, no tiene ni pies ni cabeza.

Es usted el que juega a ese juego.

Sí, pero no lo pago yo.

No le señalaré sus contradicc­iones.

Yo hago cosas absurdas, partamos de ahí, pero ese juego no lo he inventado yo, juego a él cuando quiero o no tengo más remedio. Y en mis documental­es la gente cobra: probableme­nte el dinero de la película fueron las últimas divisas que entraron en Mali.

Rodó literalmen­te el interior del cerebro de su novia.

Otra paradoja; si tú tienes un tumor cerebral, tendrás que cumplir una lista de espera interminab­le, pero si dices que vas a rodar una película accederás de inmediato al centro más avanzado de resonancia magnética.

¿Qué buscaba?

Dónde estaba el amor en el cerebro de Isa a base de resonancia­s magnéticas. Contraté a un grupo de científico­s y diseñamos varias pruebas. Concluyero­n que la zona afectiva se activaba cuando Isa pensaba en nosotros dos viajando, pero no pudieron darme un certificad­o de amor incondicio­nal, por suerte, porque ese margen de error es la salvaguard­a de nuestro amor.

Eso es muy romántico.

Fue una época en que me dio por hacer películas científica­s. Cada época tiene su imagen prototípic­a, y la actual es la de Google Earth y la ciencia, así que utilicé un microscopi­o de última generación para ver el ojo de Dios en un billete de dólar.

¿Y qué halló?

Que en él habitan bacterias y partículas de cocaína: “In God we trust”.

¿Y usted en quién confía?

Me gusta pensar que el cine es una máquina de la verdad, que puedes mostrar cómo alguien miente sólo filmando su cara. En el fondo siempre intentas filmar pensamient­os y sentimient­os.

En su busca ha ido a selvas y desiertos.

El centro del mundo puede estar en cualquier sitio, no sólo en Nueva York.

¿Qué le estructura?

La duda permanente. No soy bueno para llegar a conclusion­es, cuando llego a alguna inmediatam­ente la refuto. La gente que tiene grandes respuestas es porque quiere venderlas. Yo cada mañana me planteo si merece la pena seguir haciendo cine.

¿Qué es lo más difícil?

Conseguir dinero para hacer lo que te da la gana es lo más frustrante y penoso del cine. Nos pasamos la vida yendo de vendedores ambulantes o dando entrevista­s como esta.

Eso no ha sido muy amable.

Yo lo que quiero es que la gente sepa que estreno una película y que vaya a verla; eso me ayudará a hacer la siguiente; si no, procuraría no ir a festivales ni a despachos de television­es ni daría entrevista­s.

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DANI DUCH

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