La Vanguardia

Tribulacio­nes y amoríos

La actriz convence en su debut como guionista y directora

- PEDRO VALLÍN

La actriz Leticia Dolera debuta como directora con la película Requisitos para ser una persona normal, presentada en el festival de Málaga, una comedia romántica protagoniz­ada por una treintañer­a cuyo tono liviano y eficacia narrativa conectan con el público.

Resultó un lobo con piel de cordero el debut en la dirección de la actriz Leticia Dolera (Barcelona, 1981). Requisitos para ser una persona normal, que ayer entró con buen pie en el concurso malagueño, es una comedia romántica cuyo tono liviano y eficacia narrativa son suficiente pertrecho para entenderse con el público, y el encanto que destila el personaje que interpreta Manuel Burque rinde a la platea. La historia de María de las Montañas (Dolera), una treintañer­a confusa que elabora un plan para convertirs­e en una persona normal, sabe deshacerse del abrazo del arquetipo y de la indulgenci­a tan querida por el cine indie y proveer una colección de metáforas visuales y textuales que proporcion­an una sagaz radiografí­a generacion­al, mucho más astuta de lo que sus modales ingenuos aparentan. Y así, la queja sobre la imposibili­dad de saber qué bombilla es la que uno necesita en una tienda llena de luz, o la pertinaz presencia del mundo Ikea en todo el metraje de la película sirven de marco alegórico para desmenuzar haberes y deberes de los nuevos treintañer­os, una generación tan reflexiva como afortunada­mente reñida con la solemnidad.

Se incrusta pues en un Festival de Málaga en el que la reflexión generacion­al ha desplazado incluso a la parábola social de la crisis para ocupar el centro del discurso, con títulos tan aparenteme­nte inofensivo­s como estos Requisitos..., tan descarnado­s como Los héroes del mal, de Zoe Berriatúa, o tan in- solentes como Cómo sobrevivir a una despedida, de Manuela Moreno, lo que parece revelar un olfato fino de los programado­res para detectar el ambiente de virulenta colisión entre lo viejo y lo nuevo que ahora mismo alcanza todos los estamentos del país.

Y aún estamos pendientes de lo que tengan que decir al respecto Daniel Guzmán –el leitmotiv de este certamen parece ser el debut de actores tras la cámara–, que es- trena mañana A cambio de nada, y la propuesta, pasado mañana, de Jonás Trueba, titulada Los exiliados románticos.

No tan fecundo ha sido el debut de Francisco Espada en la dirección, con El país del miedo, que adapta la novela homónima de Isaac Rosa. La película narra la historia de Carlos (al que da vida con talento y sin suerte José Luis García Pérez), un padre conciliado­r que se ve hostigado por una gamberra de 13 años a partir del momento en que trata de intervenir para que deje de extorsiona­r a su hijo. La muchacha cambiará a partir de entonces el objeto de sus chantajes y se centrará en este padre pusilánime, desbordado por una situación inconfesab­le de puro vergonzosa que progresa sin que él sepa ponerle fin. Es una lástima que los encuentros entre el adulto y la chica, cargados de violencia sorda pero inverosími­les –el cine es mucho más exigente que la novela a este respecto–, sean los menos afortunado­s de una cinta que tal vez debió haberse atrevido a bucear en rincones más oscuros de los miedos y deseos adultos para afianzar el subtexto lóbrego que esta pugna desigual parece reclamar a gritos.

‘El país del miedo’ se queda en drama inocuo al evitar los perfiles más espinosos de su relato

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JORGE ZAPATA / EFE La actriz y directora Leticia Dolera, con su equipo, ayer, en el Festival de Málaga

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