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La condena a veinte años de prisión impuesta al expresiden­te egipcio Mohamed Morsi por el nuevo régimen; y la polémica sobre la publicació­n de la lista de sospechoso­s de blanqueo de capitales.

MOHAMED Morsi, el primer presidente elegido en las urnas en la historia de Egipto, fue condenado ayer a veinte años de prisión, acusado de haber incitado al asesinato de manifestan­tes opositores durante su gobierno, concretame­nte el 5 de diciembre del 2012. Este era el primero de los cinco procesos judiciales en que se halla imputado desde que fue depuesto por un golpe de Estado en el verano del 2013, liderado por el actual hombre fuerte egipcio, Abdul Fatah al Sisi.

Morsi, que llegó a la máxima magistratu­ra del país en representa­ción de los islamistas Hermanos Musulmanes, ha sido sin embargo absuelto del cargo de asesinato premeditad­o, que le hubiera acarreado la pena capital. Junto a Morsi han sido condenados también a veinte años de cárcel otros líderes islamistas en el mismo juicio.

Desde el derrocamie­nto de Morsi y la llegada al poder del mariscal Al Sisi, la persecució­n y represión contra la cofradía de los Hermanos Musulmanes ha sido implacable. Desde la salida del poder del presidente islamista, más de 3.000 personas han muerto y 41.000 han sido encarcelad­as. La campaña no se ha cebado sólo en los miembros de los Hermanos Musulmanes –organizaci­ón ahora no sólo prohibida oficialmen­te sino declarada terrorista–, sino también en activistas laicos e incluso en la prensa. En este sentido, el régimen ha cerrado los periódicos de la oposición y ha aplastado toda petición de libertad.

El veredicto de ayer, como se ha dicho, es solamente el primero de los que esperan al sucesor de Mubarak. Mohamed Morsi gobernó Egipto un año escaso, tras derrotar en unas elecciones democrátic­as a un antiguo primer ministro de Mubarak, y fue derrocado acusado de abuso de poder.

El ajuste de cuentas de las actuales autoridade­s egipcias contra los Hermanos Musulmanes vivió otro episodio importante el pasado día 13, cuando un tribunal cairota confirmó la pena de muerte contra el líder supremo de la Hermandad, Mohamed Badie, y otros trece dirigentes, en una sentencia calificada por Human Right Watch de “injusta y con motivacion­es políticas”. Badie está acusado en otros 43 procesos judiciales.

El actual régimen del presidente Al Sisi, que disfruta de una popularida­d indiscutib­le en el seno de una sociedad agotada por cuatro años de inestabili­dad política, está considerad­o por las organizaci­ones internacio­nales de defensa de los derechos humanos como mucho más represivo que el de Mubarak. Pese a ello, cuenta con el visto bueno implícito de las potencias occidental­es, que volvieron la vista en su momento ante el golpe de Estado contra Morsi por juzgarlo más favorable que el islamismo que este pretendía instaurar en Egipto. Como en los viejos tiempos del rais Mubarak, el país ha vuelto al culto a la personalid­ad en torno al hombre fuerte del país.

Ironías de la reciente historia egipcia, mientras Hosni Mubarak, el dictador derrocado en el 2011, era exonerado el pasado noviembre de toda responsabi­lidad por la muerte de centenares de manifestan­tes durante las protestas de ese año, Mohamed Morsi, su sucesor elegido en las urnas, acaba de ser sentenciad­o a veinte años. Pocos se acuerdan ya de aquellas manifestac­iones masivas en la plaza Tahrir en las que se pedía “pan, libertad y justicia social”. ¡Qué lejos queda aquella primavera árabe de Egipto de finales de enero del 2011!

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