La repera patatera
En un país indignado por los escándalos, con dos nuevos partidos volando en circulo sobre la fatiga de las fuerzas políticas clásicas, y con el público catalán leyendo estos días, con renovada avidez, las crónicas londinenses sobre el papel decisivo que el soberanismo escocés puede tener en el futuro parlamento de Westminster, el director de la Agencia Tributaria española comparece en el Congreso de los Diputados y explica que los datos recopilados gracias a la amnistía fiscal son “la repera patatera”. Dicho por el jefe de una de las haciendas públicas más tecnificadas del mundo –la segunda con más potencia informática después de la agencia de Chile–, esa sincera, expresiva y jocosa descripción del señor Santiago Menéndez define con trazo rápido y certero el actual momento político. Con un dos y un cuatro aquí tienes tu retrato: la repera patatera.
Lo que Hacienda ha descubierto gracias a la amnistía es impresionante, dice el director de la Agencia Tributaria, pero ningún funcionario público puede explicarlo con detalle, puesto que cometería delito. Sin confidencialidad no hay amnistía. Afloras, pagas y adiós muy buenas, a menos que los análisis posteriores descubran indicios de delito. Eso es lo que ha pasado con Rodrigo Rato. Afloró, pagó y todo parecía en orden hasta que se descubrió que había datos que no cuadraban con una segunda declaración de bienes en el extranjero. La maquinaria inspectora se puso en marcha y el Gobierno no la ha parado en vísperas de unas elecciones decisivas para el futuro político del país. No era fácil hacerlo. Manuel Pérez, subdirector de La Vanguardia, lo explicaba muy bien en una excelente crónica publicada el pasado domingo. Transcribo: “Las relaciones entre los inspectores de la Agencia Tributaria y los cargos políticos son complejas. Ministros y secretarios de Estado explican siempre prolijamente la imposibilidad de imponer criterios políticos a los inspectores, aunque una vez en la oposición se olvidan de sus palabras y acusan a sus sucesores de imponer controles políticos. Lo cierto es que la mayoría de las negociaciones y las componendas para parar inspecciones con argumentos políticos acaban con estrepitosos fracasos”.
Interesante descripción. Buena parte de los funcionarios de la poderosa Agencia Tributaria trabajan con una conciencia relativamente “autónoma”, por utilizar una expresión grata a Antonio Gramsci, el intelectual marxista italiano que conserva una calle a su nombre en todas las grandes ciudades del vecino país. (Un hombre extraordinariamente culto, antidogmático y tenaz hasta la muerte en los diez años que pasó en las cárceles de Mussolini. No podía tener libros. Sólo un lápiz y unas cuartillas de papel). Autonomía en el vocabulario gramsciano: supeditación a un orden superior, con vuelo y respiro propios. El aparato estatal no es nunca un bloque monolítico. En el Estado hay cuerpos y cabezas que funcionan con “autonomía”, sobre todo cuando finaliza una legislatura y se abren perspectivas de modificación, aunque sea parcial, del orden existente. Cuando emergen fuerzas nuevas. Cuando la sociedad protesta. Cuando se toma conciencia de la inevitabilidad de ciertos cambios. Cuando el director de la Agencia Tributaria dice en el Congreso que los datos aportados por la amnistía fiscal son “la repera patate-
“Conspiración” o “accidente”, el caso Rato refleja las contradicciones de un aparato estatal sometido a mucha presión
ra” hace un ejercicio de “autonomía”. Ningún ministro hoy diría eso.
Gramsci, que era muy perspicaz, fustigó a los deterministas –especie muy frecuente en el marxismo–, invitándoles a considerar el concepto “accidente”. No todo está predeterminado. No todo es fruto de las conspiraciones. La acentuación de las contradicciones en el aparato estatal puede generar en un momento dado “accidentes” de gran trascendencia, treinta días antes de unas elecciones. Accidentes que pueden parecer la repera patatera.