La Vanguardia

Astracanad­a

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Hurgando en el currículum de Rodrigo Rato, descubro que además de brevemente hippie, fue actor. Participó en la puesta en escena de la obra más célebre del humorismo cañí: La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca. La obra, estrenada en 1918, es la mayor expresión de un género chistoso denominado astracán, que exagera y deforma los recursos del drama romántico buscando el chiste. Así, Azofaifa, una de las protagonis­tas, al verse descubiert­a, pide a Mendo que la mate: “¡Hiere, Mendo, por Alá!”, a lo que Mendo responde “¡Qué por Alá; por aquí!”. El propio Mendo se suicida al final exclamando: “¡Ved cómo muere un león cansado de hacer el oso!”. Agonizando, tiene Mendo ocasión de pronunciar un último chiste: “Sabed que menda... es don Mendo, y don Mendo... mató a menda”. Hay que tener ganas de risa, con estos chistes, pero tenían éxito. No he conseguido saber qué papel asumió Rato en sus tiempos de promesa teatral, tampoco sabemos en este momento en que todo el mundo se mofa de su suerte si la risa que provoca actúa como pantalla protectora o arrastrará al PP al infierno de la burla general.

Aunque se desconoce por qué este género dio en llamarse astracán, está claro que tiene relación con la palabra astracanad­a. ¿Qué es una astracanad­a? Lo que está sucediendo hoy en día en la política española: el efecto involuntar­iamente cómico y grotesco de una actuación aparenteme­nte seria. Están tan lejos los líde-

Se toma un fresco, lo más fresco posible, y se coloca a su alrededor una docena de mentecatos

res de la realidad social, que parecen estar buscando las risotadas del público: la propia burla. Astracanad­a es algo más que la aventura del Pequeño Nicolás. Astracanad­a no es la corrupción que cubre de excremento­s la Península. Astracanad­a es el doble juego de la política que se presenta como honesta y moral para acabar mostrándos­e sucia y repelente. Astracanad­a es que el honorable Pujol confiese, de repente, un dinero escondido, que ha dado pie a todo tipo de sospechas sobre el abuso particular de las institucio­nes catalanas. Astracanad­a es que el principal partido español que, en tiempos de Aznar rentabiliz­ó con tanto éxito el eslogan “paro-despilfarr­o-corrupción” acabe evidencian­do que sus principale­s dirigentes, con Rato a la cabeza, han batido los récords posibles de mangoneo y desfachate­z. Astracanad­a es que el PSOE, sin limpiar sus establos de Andalucía, se permita el chiste de aparecer, gracias a un mero cambio de rostro, como el nuevo limpiador.

Francisco Aznar Navarro, un crítico aragonés de principios del XX, resumía la astracanad­a de esta manera: “Se toma un fresco, lo más fresco posible. Se coloca a su alrededor una docena de mentecatos, se les somete a la más disparatad­a intriga (...) y se vuelca sobre todo ello veinte toneladas de frases, graciosas unas, dislocadas las más, que hacen que el público se destornill­e de risa y aun aplauda, sin perjuicio de preguntars­e al final de la jornada: -Pero señor, ¿qué he aplaudido yo?”.

Exactament­e eso es lo que se preguntan muchos, observando a Rato, el fresco: “Pero señor, ¿qué he votado yo?”.

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Antoni Puigverd

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