La Vanguardia

Dos bestias cara a cara

- Llucia Ramis

Lo llaman El Perro Diabólico de las Letras Norteameri­canas, y por eso, cuando pasa frente a la primera fila del auditorio de CaixaForum, James Ellroy suelta un ronquido, como si estuviera a punto de dar un mordisco. Se considera a sí mismo uno de los mejores escritores de la era actual y no hace mucho añadió que “un pitbull rabioso” le pisaba los talones. Se refería a Jo Nesbo. Y, efectivame­nte, el noruego le va detrás.

El primero, camisa floreada y pantalón blanco a juego con sus bambas, noquea con su prosa y, de vez en cuando, se muerde la boca, pero la lengua jamás. El segundo, hoy de viejoven roquero, asfixia mediante las historias perturbado­ras de Harry Hole, un detective que destroza todo lo que ama. En la obra de ambos hay perdición, violencia y cuerpos desgarrado­s. Son dos bestias de la literatura noir, y entre ellos, Laura Fernández modera como un árbitro en el ring.

Pero no compiten. Ellroy presenta Perfidia (Penguin Random House), con el que inicia un nuevo Cuarteto de Los Ángeles, tras el formado por La dalia negra, El gran desierto, L.A. Confidenci­al y Jazz blanco. Nesbo, reconocido sobre todo por El muñeco de nieve y El leopardo, recupera la primera novela protagoniz­ada por Hole, El murciélago (Roja y Negra/Proa) y que aún no se había traducido aquí. Hablan del mal. Para Ellroy, se da a partir de una arrogancia extrema en la que un ser humano se cree superior a otro. Nesbo añade la indiferenc­ia, y pone como ejem- plo a los migrantes que han muerto en el Mediterrán­eo.

Ellroy sólo admira a Beethoven y dice que ha aprendido más de la música clásica que de cualquier libro. Escribe a mano, como se compone una partitura, y ahora tararea la Quinta sinfonía. Le gustan “las grandes pinturas, los grandes acontecimi­entos, el gran sexo”, todo lo quiere a lo grande. Y también, que sus lectores se obsesionen con sus libros. No ve la tele, no va al cine. “Nunca he leído a Faulkner ni a Hemingway, y McCarthy no utiliza signos de puntuación, no me hagáis leer a ese gringo”, exclama. Añade: “Mucha gente se pregunta cuál es el tema de Moby Dick. Yo os lo voy a decir: no folles con una ballena blanca”.

Para escribir, pide a un investigad­or que le dé documentac­ión so- bre hechos históricos. “Le digo, dame mierda de izquierdas, mierda de derechas, mierda divertida”. Le gustan los detectives de robos de Los Ángeles, “porque son calvos y unos cabronazos”. Tanto, que nadie se atreve a robar. Él aplaude y perdona esos métodos si evitan los ataques con violencia. Nesbo lo mira con recelo.

La madre de Nesbo era biblioteca­ria. Un día, en las estantería­s de su casa, él vio un libro que le llamó la atención: en la cubierta aparecía la cabeza de un cerdo clavada en un palo. Le pidió a su padre que se lo leyera. Era El señor de las moscas, y Nesbo sentenció: “El tal William Golding es un poco complicado en la escritura, pero puede mejorar, quizá llegue lejos”. El tal Golding es premio Nobel de Literatura. A partir de entonces, en las redaccione­s escolares que Nesbo escribía nadie acababa vivo.

Se pone a contar una historia que se le ocurrió al comprar una cama de agua, en la que aparecía el perfil de una mujer desnuda dentro del colchón. Ellroy se parte de risa y grita: “Vaya mierda más guapa”. En Sant Jordi firmarán ejemplares de sus libros. Cuidado, que muerden.

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LAURA GUERRERO James Ellroy, Laura Fernández y Jo Nesbo, ayer en CaixaFòrum
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