Es de Resnais
Durante estos meses de abril y mayo, y en relación también con el Festival de Cine de Autor, la Filmoteca de Catalunya programa un ciclo dedicado a Alain Resnais, probablemente uno de los cineastas más influyentes, y más ejemplares, de la historia del cine. Siempre es difícil medir el grado de impacto de un autor a la hora de establecer su capacidad de infección positiva, pero en pocos casos esto es tan evidente como en el de Resnais, que nos ha legado unos cuantos principios esenciales de cómo un artista puede desarrollar su carrera con fertilidad y trascendencia, con modestia y ambición, y de qué manera ese espejo nos resulta extraordinariamente útil todavía.
El primero de estos elementos es el de la colaboración con los mejores. Resnais lo hizo al establecer unos memorables duetos creativos entre él como director y un novelista que también hacía de guionista, para construir así filmes totalmente diferentes uno del otro, pero que sabíamos reconocer en su autoría justamente por la radicalidad de esta diferencia. Hiroshima mon amour, con Duras, L’année dernière a Marienbad, con Robbe-Grillet, o Muriel, con Cayrol, eran el resultado de este sentido de pertenencia mutua, de reconocer tu obra en función de la caligrafía del otro. Este principio sigue siendo esencial ahora, porque responde a una curiosidad que es necesario cultivar, la de interesarse por quien está realmente innovando en los otros campos de la creación y buscar la manera de cruzar sus experiencias. Un sistema productivo de la comunidad cultural debería considerar este principio: enlazar tu talento con el del otro, y reconocer en ello el sentido de la aventura y de la indagación. La nouvelle vague lo hizo en parte, pero Resnais supo mostrar que la colaboración no debe ser superflua sino integral, como única manera de crear cosas diferentes.
La segunda gran aportación de Resnais, y como consecuencia de lo anterior, es su capacidad continua de reinventarse. Dispuesto a demostrar que algunas manifestaciones de la cultura popular eran vanguardia, orientó una parte decisiva de su carrera, la más reciente, a hacernos entender que esta digresión podía ser creadora de filmes inesperados, introduciendo nuevas dimensiones al melodrama clásico, al filme experimental, al uso dramático de la música popular o reflexionando sobre los mecanismos de la serialidad y la repetición. Todo ello ha contribuido a crear un universo propio que hace que hasta el último momento, Resnais continuara ofreciendo filmes que nos hacen reinterpretar las posibilidades expresivas del cine.
Resnais es, como Jonas Mekas, un absoluto inventor de formas. Cuando en la ceremonia de los Oscar su rostro se incorporó a última hora en la necrológica anual, pensé en esos raros artista singulares a los que tanta gente les debe tanto. Y Resnais lo es, autor de filmes que eran suyos, porque no lo eran exclusivamente.
Resnais supo mostrar que la colaboración no debe ser superflua sino integral