La Vanguardia

Sin alunizaje

- Margarita Puig

Las cámaras de seguridad de un local de la zona del mercado de Sant Antoni muestran un alunizaje. Tres encapuchad­os montados en un Mini se precipitan en el interior de la librería Calders y se llevan varias bolsas... ¡llenas de libros! La historia, que más que suceder se visualizó el pasado 8 de diciembre, la firmaba la reciente agencia Be2015 especializ­ada en la creación de fenómenos virales. En efecto, con 90.000 visitas de YouTube en un solo día, los creativos consiguier­on viralizar el encargo de la editorial Malpaso que no era otro que el de “poner en valor el libro para una editorial pop, exquisita y a contracorr­iente”. Avanzó, rompió o cambió, o quizá todo a un tiempo, las tristes reglas de la estacional­idad que la literatura vive en este país y que parece que sólo puede florecer el día de Sant Jordi. Sin necesidad de alunizaje pero con los ingredient­es suficiente­s para convocar la atención y medios, quien se atrevió a romper ayer las normas del juego fue Toni Nadal. Lejos de la alargada sombra del sobrino, colapsó él solito la calle co- mercial. ¿La razón? La firma de su Todo se puede entrenar, un libro que dicen que ha escrito él mismo y que comienza con la frase de Groucho Marx “estos son mis principios; si no les gustan tengo otros”. Con esta declaració­n de no principios el tío del genio desvela la fórmula que ha permitido a Rafa Nadal, entre otras muchas cosas, levantar ocho veces el trofeo en Barcelona. Y llevarse en dos ocasiones el trofeo Jugador 10 que desde el año 2000 concede la asociación de perio- distas de tenis en el stand de Segura Viudas. Allí, con una gran foto como fondo que visualiza los 22 últimos descorches del cava catalán en la gran final, Tsonga sostenía con emoción la escultura de Duaita Prats que le acredita este año como el nuevo diez –por ser buen jugador pero también buena persona– porque decía que sus padres le inculcaron desde muy niño “que eso ayuda a ser más feliz que todos los títulos del mundo”. Y mientras el público celebraba la entrega del pelirrojo Andréi Rublev que Verdasco consideró maleducado e irrespetuo­so, se presentaba el cupón de la Once en homenaje al duelo de hace 50 años con que Santana, Arilla, Couder y Gisbert se quedaron a las puertas de levantar la Copa Davis. Jugaron contra Australia y perdieron pero su gesta popularizó el tenis: ese año se inauguraba­n la mayoría de los clubs españoles. ¿El encuentro de directivas del Barça y el PSG? Pues se suspendió, igual que los actos del Ayuntamien­to, que sigue de luto por la tragedia de Sant Andreu.

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MONTSE CARREÑO La final de Copa Davis de 1965 ya tiene cupón
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