La Vanguardia

El pesimismo de ‘The wire’ se impone

- Pere Solà Gimferrer

El detective Jimmy McNulty de la serie The wire podía ser pragmático pero, cuando se enfrentaba a la realidad de Baltimore, siempre se daba de bruces. Daba igual si se trataba del sistema educativo, la burocracia judicial o las altas esferas políticas: cada oportunida­d que la ciudad tenía de avanzar, se perdía entre el papeleo, las influencia­s y una radiografí­a social desesperan­zada. Pero esta situación es la que quiere evitar David Simon, el creador de una de las series más aclamadas de la historia de la televisión, finalizada en el 2008. El brutal caso de Freddie Gray es una trágica muerte pero, según él, también es una oportunida­d para el diálogo que se está echando a perder.

“Hay mucho que discutir, debatir y abordar. Y este momento, por inevitable que parezca, todavía puede ser transforma­dor para nuestra ciudad y hasta redentor”, dijo Simon en su blog, “pero esto que hay ahora en las calles es una afrenta a la memoria de un hombre y la pérdida de la lección moral que subyace en esta muerte tan innecesari­a”. “Date la vuelta, vete a casa, por favor”, pidió a los alborotado­res incapaces de “pedir una reforma sin un la- drillo en la mano”. Los titulares que protagoniz­a Baltimore con los disturbios y el estado de emergencia que ha declarado el gobernador de Maryland, al fin y al cabo, parecen un final de temporada de The wire, siempre frustrante. Como cada vez que McNulty podía resolver algún ángulo del tráfico de drogas, la decadencia del hombre y del sistema se han entrometid­o para impedirlo.

Las palabras de Simon vienen respaldada­s por su carrera. Puede que naciera en Washington pero se conoce bien la ciudad desde que escribió para el periódico The Baltimore Sun durante trece años. El retrato que hizo en The wire incomodó a las administra- ciones locales, que se quejaban de que se fijara únicamente en los aspectos más negativos. Pero después de trabajar con el departamen­to de homicidios pudo comprobar que los índices de criminalid­ad, de los más altos del país, no sólo eran números sino una realidad que impregnaba las calles y la vida de sus habitantes.

Serial, el fenómeno radiofónic­o del año pasado en EE.UU, también ponía de manifiesto la grave situación de Baltimore. “Si vas a Leakin Park a enterrar un cadáver, encontrará­s el de otro”, aprendía la periodista Sarah Koenig sobre los alrededore­s. Esta lección ya había salido en The wire, donde la policía tenía órde- nes de hacer la vista gorda en el bosque para no pasarse el día identifica­ndo cuerpos. Hasta se impuso en el 2014 un toque de queda a los menores de 16 años, para impedir que se encontrase­n en zonas y situacione­s peligrosas. Si bien haber visto la serie no significa tener un doctorado en la sociedad estadounid­ense, sí sirve para entender la gravedad de la muerte de Freddie Gray en una ciudad donde el 63% de la población es negra, hay un clima de insegurida­d y donde el sistema, al igual que en el resto del país, desprende hedor racista desde que Michael Brown fue disparado en Ferguson. Por algo los medios escuchan a David Simon cuando implora a los delincuent­es que regresen a sus casas, pero sobre todo temen que su visión no fuera pesimista sino simplement­e realista.

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