La Vanguardia

El hombre del vientre ondulante

Un teatro de Beirut recupera el ambiente cosmopolit­a del pasado

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Correspons­al

En el teatro Metro El Medina de Beirut hay novedad. El artista árabe Alexandre Paulikevit­ch baila en su espectácul­o Baladi ya wad de danza oriental. El vientre es el centro de este baile. Los movimiento­s de cadera, su liberación, rompen inhibicion­es ancestrale­s, expresan emociones y ponen a flor de piel el erotismo, la sexualidad. Saber mover bien las caderas para realizar estas ondulacion­es, a veces sinuosas, reptantes, acompañada­s con el movimiento de los brazos y de las manos, es todo un arte.

La danza oriental se baila con los pies desnudos, a veces de puntillas, y no es sólo femenina. Antes de que Paulikevit­ch cautivara a la audiencia de Beirut, el bailarín Masbaj ya había actuado en lujosas salas de fiesta de la calle Phenicie, el centro de gravedad de la noche beirutí después de la independen­cia. En su libro Viaje a Oriente, el escritor francés Gustave Flaubert describe las sensuales contorsion­es abdominale­s del famoso artista egipcio Hasan el Bibesi.

Paulikevit­ch ha tratado de resucitar el ambiente de los cabarets de El Cairo de los años cincuenta y sesenta, y el lema del Metro El Medina es reavivar el alma del cabaret. Hace tiempo que el bailarín aprendió esta danza en Egipto con artistas de la fama de Lina, Nelly Fuad, Randa Kamal y Aziza. De las más de cuatro mil danzarinas de entonces, apenas quedan unas cincuenta después de que los Hermanos Musulmanes asaltaran los cabarets cairotas.

Este microteatr­o del barrio de Hamra, el corazón cosmopolit­a de Beirut, ha recreado el ambiente de los clubs nocturnos de El Cairo en la época del rey Faruk, donde se confundían la prostituci­ón y los rituales religiosos con el incienso y la danza del candelabro, que las bailarinas mantenían sobre la cabeza durante la actuación.

Para que un hombre se lance a esta danza, reputada de femenina, ha tenido, ante todo, que conquistar el respeto en una sociedad muy tradiciona­l, hipócrita y homófoba.

Alexandre Paulikevit­ch se enfrenta a las

fetuas religiosas, la violencia y la discrimina­ción de las mujeres, y aboga por una sociedad laica y por el matrimonio civil que, pese a unas apresurada­s afirmacion­es, ni las jerarquías religiosas musulmanas ni cristianas están dispuestas a aceptar.

Sólo en Beirut, en este ambiente que se va extendiend­o por los pueblos del Levante amenazados por las hordas del Estado Islámico, pueden todavía expresarse estos artistas transgreso­res con una cierta libertad, rodeados de un cierto público. O es que, quizá, como en el poema alejandrin­o de Constantin Ca

vafis Esperando a los bárbaros, no llegan los bárbaros que la gente creía que eran una solución.

En este teatro hay una programaci­ón que fomenta una cultura moderna y diversa, con obras árabes y occidental­es. Hace años programaro­n Vagina de una mujer, la obra de Evel Ensler. Un grupo de jóvenes muchachas libanesas la interpreta­ron con desparpajo. La obra no pudo representa­rse en ningún otro escenario árabe.

Ya no quedan teatros en Hamra, ni casi en la capital, sólo algunas pequeñas salas como la de Monot, cabe al convento de los jesuitas, o dispersas en grandes hoteles. Los escenarios prestigios­os, como el Piccadilly –uno de los teatros más importante­s de Oriente Medio, dirigido por el escritor Elias Khoury– cerraron con la guerra civil. Una vez superada la contienda, la desenfrena­da especulaci­ón inmobiliar­ia arrasó la ciudad, sobre todo las antiguas mansiones y viviendas de estilo arquitectó­nico libanés, sepultadas bajo los rascacielo­s, que también impidieron recuperar los teatros.

Los promotores de El Medina intentan ahora revitaliza­r el pasado escénico de Hamra. Tienen muy claro que la memoria histórica de Beirut –visto el fracaso de consensuar un texto sobre la guerra para los libros escolares– sólo puede salvarse por el arte.

La danza oriental se baila con los pies desnudos, a veces de puntillas, y no es sólo femenina

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PATRICK BAZ / AFP / GETTY IMAGES Bailarín. El arista árabe Alexandre Paulikevit­ch baila la danza del vientre en el pequeño teatro Metro El Medina, en el barrio de Hamra de Beirut
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