La Vanguardia

El esmalte perdido

- Enric Juliana

El triunfo socialista en las elecciones regionales de Andalucía ha perdido esmalte. Transcurri­do un mes, aquella victoria presenta un aspecto rugoso. Las sonrisas que iluminaron la noche del 22 de marzo, mientras el Partido Popular se enfrentaba a una amarga derrota y los jóvenes partisanos de Podemos descubrían que no toda Andalucía es Cádiz, se han marchitado. La rampa por la que Susana Díaz y demás miembros del grupo dirigente andaluz efectuaron aquella noche de primavera un descenso triunfal ante las cámaras es hoy la cuesta que conduce a una legislatur­a escarpada. El PSOE andaluz las puede pasar canutas.

Felipe González se quejaba ayer de que su partido haya depositado muy rápidament­e las arras que le exigen Podemos y Ciudadanos para empezar a hablar de su abstención en la investidur­a de Susana Díaz. La paga y señal consiste en el compromiso de una pronta retirada de Manuel Chaves y José Antonio Griñán por la puerta de atrás de la política, en tanto que personas investigad­as por el presunto y colosal fraude en la gestión de los fondos que la Junta de Andalucía destinaba a respaldar a empresas abocadas al expediente de regulación de empleo. Griñán, que hace apenas dos años ejercía de Pigmalión de la joven Díaz, dejará de ser senador por designació­n del Parlamento andaluz. Chaves se enteró la semana pasada, leyendo el diario El

País, que no repetirá como diputado en el Congreso. Felipe González está que echa las muelas, por decirlo con una expresión popular en el Sur, y en otras par- tes de España. “La degradació­n institucio­nal también consiste en haber transforma­do la presunción de inocencia en presunción de culpabilid­ad”, declaraba ayer el expresiden­te a Antena 3, después de afirmar que él jamás habría entregado la cabeza de Chaves y Griñán para obtener una pronta investidur­a. Hay que prestar mucha atención a González en esta fase agonística de la política española. Sin que pueda afirmarse que pretende dirigir el PSOE a distancia, lo cierto es que está enviando constantes instruccio­nes estratégic­as a la dirección de su partido. Esta última dice lo siguiente: cuidado, que os estáis metiendo dentro de la jaula de los

nuevos partidos. Si entregáis la cabeza de dos expresiden­tes de la Junta, que a su vez fueron presidente­s del PSOE, estáis desarbo- lando moralmente vuestro partido. Si en lo fundamenta­l dais la razón a Podemos y Ciudadanos, la gente os acabará abandonand­o. Os estáis abaratando.

Susana Díaz, sin embargo, tiene prisa. Hace apenas seis meses, fatalmente adulada por la prensa conservado­ra de Madrid, se creía invencible y destinada a salvar España del desafío catalán, encar- nando un liderazgo gonzalista que podría pactar una gran coalición con el Partido Popular. Esa era su oferta a los poderes españoles realmente existentes.

Adelantó las elecciones regionales andaluzas con el ansía de obtener una rotunda victoria que le encumbrase como promesa de futuro. Empujó al PP a una severa derrota –desde el 22 de marzo, los de Rajoy no dan pie con bola–, sometió a Podemos a una dura pista americana y facilitó el despegue de Ciudadanos. Ganó –perdiendo votos– y se quedó sin aliados. Díaz es hoy prisionera de Albert Rivera y Pablo Iglesias. La estrella ascendente ha perdido esmalte. No instinto.

Entregando tan rápido las cabezas de Chaves y Griñán, el PSOE da la razón y fortalece a Podemos y Ciudadanos

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EFE Susana Díaz, líder del PSOE de Andalucía, hace unos días en el Real de la Feria de Sevilla
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