La Vanguardia

Ira racial en Baltimore

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EL gobernador del estado norteameri­cano de Maryland se vio obligado ayer martes a decretar el estado de emergencia en Baltimore y activar la Guardia Nacional a causa de los saqueos, pillajes, actos de violencia y enfrentami­entos con la policía vividos la noche del lunes en esta ciudad situada a unos sesenta kilómetros de Washington. Los sucesos se produjeron tras el funeral de Freddie Gray, un joven negro que murió el 19 de abril por la grave lesión en la médula espinal que sufrió mientras estaba bajo custodia policial después de ser detenido. Los disturbios arrojaron un resultado de 15 policías heridos, 200 detenidos y 15 edificios y 144 vehículos quemados.

La medida anunciada por el gobernador Larry Hogan, a petición de la alcaldesa de Baltimore, incluye el toque de queda durante una semana en esa ciudad, que supera el medio millón de habitantes y donde más del 60 por ciento son afroameric­anos. Este nuevo estallido de violencia por otra actuación policial supuestame­nte desmedida contra un ciudadano negro es el último episodio de una serie de trágicos sucesos que comenzaron el pasado verano en la ciudad de Ferguson (Misuri) con la muerte del adolescent­e Michael Brown por disparos de la policía.

Pero este nuevo episodio de protestas por presunta brutalidad policial adquiere una dimensión distinta porque no se produce en un suburbio de pocos miles de habitantes, sino en una urbe portuaria que sufre todas las patologías de las ciudades desindustr­ializadas, como delincuenc­ia organizada, recortes de ayudas sociales, amplias bolsas de pobreza, droga, etcétera, que castigan principalm­ente a la comunidad negra. Resulta revelador que en la zona de los disturbios todavía haya edificios por reconstrui­r desde que resultaron destruidos por la ola de violencia desatada en todo el país en 1968 tras el asesinato de Martin Luther King.

En un anterior editorial publicado el 9 de abril sobre este tema recordábam­os que los jóvenes negros tienen 21 veces más posibilida­des que los blancos de morir por disparos de un policía blanco. El racismo se está convirtien­do en un grave problema para la policía estadounid­ense y, sin duda, este será uno de los primeros retos que deberá afrontar la nueva fiscal general (ministra de Justicia) de Estados Unidos, Loretta Lynch, que juró el cargo el lunes. Ayer, el presidente Obama admitió que EE.UU. se enfrenta a una crisis latente con la policía, especialme­nte en su relación con los negros. “Hemos visto demasiados ejemplos de interacció­n entre la policía y los afroameric­anos que plantean preguntas preocupant­es”, reconoció.

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