De lo individual a lo social
La psicología puede explicar los mecanismos que convierten a una persona religiosa conversa en radical. Es importante incidir en un primer nivel individual y un segundo social. El primero se caracteriza por la necesidad de aprobación, tener dificultades para relacionarse, sentir un vacío interior y tener poca conexión con sí mismo. A estas características personales se les debe sumar otras como deseo de aventura, fascinación por la violencia, afán de notoriedad, deseo de sentirse admirado y respetado… todas ellas asociadas a la militancia a un grupo clandestino. Según el psiquiatra Marc Sageman, exoficial de la CIA y asesor antiterrorista del Gobierno de EE.UU., la militancia clandestina proporciona una identidad particular de relaciones más intensas de lealtad, sacrificio e intimidad. Todo lo que una persona insegura necesita.
En el segundo intervienen los mecanismos de defensa y las estrategias de afrontamiento, estrategias psicológicas inconscientes que desempeñan un papel esencial de protección para hacer frente a la realidad. Para estas personas se trata de una realidad percibida con importantes desigualdades sociales, dificultades de acceso al mercado laboral, deficiente integración sociopolítica, rabia ante la injusticia que padecen… Y todo ello produce actitudes de rechazo, estados de frustración y desconfianza hacia el sistema. Como resultado de este descontento sus actitudes derivan hacia la agresividad y adquieren legitimidad moral y religiosa para luchar. La práctica de acciones claramente transgresoras refuerzan estas nuevas convicciones radicali- zadas que sustentan los grupos terroristas religiosos evitando una disonancia cognitiva.
La vinculación grupal a través de señas, credenciales, argot propio… constituyen una identidad grupal de la cual se llega a depender. No queda lugar para la crítica al dogma y, así, la doctrina se convierte en la verdad total y perfecta. Un control cognitivo conductual sobre estas personas constituye un reclutamiento y adoctrinamiento que reduce la realidad a dos polos opuestos: el bien o el mal. Les facilitan la comprensión de una realidad que es cruel con ellos y les hacen sentir miembros de una élite de personas con una misión: vencer el mal.
Victor Frank, neurólogo y psiquiatra que sobrevivió al Holocausto, describió al fanático con dos rasgos esenciales: la absorción de la individualidad en la ideología colectiva y el desprecio de la individualidad ajena.