La Vanguardia

¡A quemar conventos!

- Joaquín Luna

Si este puente no me sale plan, igual quemo un par de conventos, que es una costumbre muy española y yo peco de unionista, peco del sexto y el noveno mandamient­os y peco un poco por pecar.

Hace tiempo que no quemamos conventos. Yo no sé si la culpa es de Bruselas, de que los hombres asisten a los partos y tienen el privilegio de cortar el cordón umbilical o de los atracones de piruletas de tataki de atún, pero es una lástima que perdamos costumbres tan nuestras.

Me acerqué el lunes al templo expiatorio de la Sagrada Família a reclutar anticleric­ales a la vista de las críticas al funeral por las víctimas de Germanwing­s. Fui en autobús. En la ida, tres niñas de entre seis y diez años me molestaron con sus mochilones y, lejos de soltar un exabrupto –¡como hubieran hecho aquellos viejos cascarrabi­as entrañable­s de mi infancia!–, me vi obligado a sonreír. Jugaban a un extraño juego, un juego de niñas, un juego de palmas, y el premio era... casarse con un príncipe (a la niña que perdió, en cambio, la condenaron a casarse con un calvo. Tal cual. Yo pensé: pues

Seguro que el mismísimo Gaudí hubiera preferido un funeral con rito zulú y unos bailes Hare Krishna

has tenido suerte porque los calvos que conozco son muy campeones y calor conyugal no te faltará).

Me aposté frente al templo, mezclado entre el pueblo llano, con la ilusión de hacer amigos anticleric­ales que de buena fe quisieran venirse este fin de semana a quemar Montserrat, Poblet o el convento de la calle Cardener, donde nos caía siempre la pelota de fútbol en la hora del patio.

El pueblo llano estaba respetuoso. Una señora presumida quería colarse en primera fila con la excusa de que tenía un pariente periodista en el templo, otro se concentrab­a en sacar fotos y un tercero llevaba perro y supuse que no se hubiera apuntado a quemar conventos por miedo a traumatiza­r al animal. El caso es que no encontré los perfiles que presuponía habida cuenta de la polémica. A ver si resultará que las tertulias van por un lado y la gente por otro...

Yo veo indignante que la Iglesia católica no ceda la Sagrada Família para un funeral laico y estoy convencido de que el mismísimo Gaudí hubiera preferido un rito zulú, algunos bailes Hare Krishna y un pasaje de las memorias de Bono para consolar a las familias golpeadas por semejante tragedia de la que me guardaré muy mucho de hacer bromas.

Ahora bien, de la misma manera que uno se apunta a quemar conventos por aquello del españolism­o y las tradicione­s populares, también les confieso que si un ser querido hubiera viajado en ese vuelo habría encontrado el funeral muy apropiado porque soy de los que cuando van mal dadas pido al único Dios que he tenido el gusto de tratar que me eche un cable. O dos.

Creo en la separación de poderes, en Montesquie­u y Voltaire, y en que fue un oficio solemne y espiritual, respetuoso con creencias y a la altura de las dolorosas circunstan­cias.

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