Hacen falta alternativas
En el año 2008, un estudio de la Fundación RACC estimaba que, de media, los barceloneses perdían 49 horas al año por la congestión en los accesos a la ciudad. Hoy, las estimaciones disponibles indican que esta cifra es muy inferior, de unas 25 horas/año, pero que está aumentando muy rápidamente en paralelo a la mejora de la economía. Y un fenómeno parecido se está dando con respecto al tráfico dentro de la ciudad.
¿Corremos el peligro de volver a los niveles precrisis? No lo sabemos, pues si bien es cierto que ha habido cambios estructurales tendentes a una reducción en el uso del coche, también hace falta tener en cuenta que durante estos años se ha reducido la capacidad viaria de algunos ejes centrales de la ciudad; y la previsión es que esta tendencia se acentúe mucho con el despliegue del proyecto de las supermanzanas.
¿Qué hacer? La tentación inmediata es encarecer la movilidad en coche privado, subiendo indiscriminadamente el precio del aparcamiento, por ejemplo. Es fácil, pero no necesariamente lo más justo y eficiente. Una posibilidad más razonable sería ampliar el abanico de precios –hoy muy estrecho– entre horas punta y horas valle o entre diferentes zonas de la ciudad, sin aumentar el precio medio que acaban pagando los conductores, que es elevado en comparación con otras ciudades europeas.
Hay otras soluciones y la tecnología puede ayudar. La introducción de la velocidad variable en todos los corredores de acceso a Barcelona o de un sistema de información al instante que facilite el aparcamiento tienen que ser prioritarios.
La clave, sin embargo, es mejorar la competitividad del transporte público, sobre todo en los desplazamientos entre Barcelona y el resto del área metropolitana. La L9 llevará tiempo, pero el refuerzo de Rodalies (incluidos los park and ride, ahora muy poco operativos) y de la conexión por autobús entre Barcelona y su hinterland son medidas de aplicación fácil y efectos inmediatos. Más que penalizar el coche, lo que hace falta es una alternativa potente de transporte público.
Estos años se ha reducido la capacidad viaria de algunos ejes centrales de la ciudad