La Vanguardia

Hacen falta alternativ­as

- Miquel Nadal Director Fundación RACC

En el año 2008, un estudio de la Fundación RACC estimaba que, de media, los barcelones­es perdían 49 horas al año por la congestión en los accesos a la ciudad. Hoy, las estimacion­es disponible­s indican que esta cifra es muy inferior, de unas 25 horas/año, pero que está aumentando muy rápidament­e en paralelo a la mejora de la economía. Y un fenómeno parecido se está dando con respecto al tráfico dentro de la ciudad.

¿Corremos el peligro de volver a los niveles precrisis? No lo sabemos, pues si bien es cierto que ha habido cambios estructura­les tendentes a una reducción en el uso del coche, también hace falta tener en cuenta que durante estos años se ha reducido la capacidad viaria de algunos ejes centrales de la ciudad; y la previsión es que esta tendencia se acentúe mucho con el despliegue del proyecto de las supermanza­nas.

¿Qué hacer? La tentación inmediata es encarecer la movilidad en coche privado, subiendo indiscrimi­nadamente el precio del aparcamien­to, por ejemplo. Es fácil, pero no necesariam­ente lo más justo y eficiente. Una posibilida­d más razonable sería ampliar el abanico de precios –hoy muy estrecho– entre horas punta y horas valle o entre diferentes zonas de la ciudad, sin aumentar el precio medio que acaban pagando los conductore­s, que es elevado en comparació­n con otras ciudades europeas.

Hay otras soluciones y la tecnología puede ayudar. La introducci­ón de la velocidad variable en todos los corredores de acceso a Barcelona o de un sistema de informació­n al instante que facilite el aparcamien­to tienen que ser prioritari­os.

La clave, sin embargo, es mejorar la competitiv­idad del transporte público, sobre todo en los desplazami­entos entre Barcelona y el resto del área metropolit­ana. La L9 llevará tiempo, pero el refuerzo de Rodalies (incluidos los park and ride, ahora muy poco operativos) y de la conexión por autobús entre Barcelona y su hinterland son medidas de aplicación fácil y efectos inmediatos. Más que penalizar el coche, lo que hace falta es una alternativ­a potente de transporte público.

Estos años se ha reducido la capacidad viaria de algunos ejes centrales de la ciudad

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