Vida más allá de la F-1
Tres en 15 años. Es la cantidad de pilotos españoles que han conseguido correr en la F-1 desde que debutó Fernando Alonso en el 2001. Desde entonces, el camino está lleno de intentos frustrados, de millones de euros invertidos, de talentos prometedores arrinconados, de renuncias al sueño... pero también hay rebeldes que se han resistido a enterrar sus carreras automovilísticas por uno no del gran circo. Son dos ejemplos de ello Miquel Molina (26) y Dani Juncadella (23), que fueron destacados alumnos del programa Joves Pilots. Los dos empiezan el viernes en Hockenheim la temporada de DTM, el Deutsche Tourenwagen Master. Una excelente alternativa profesional a la exclusiva F-1.
En los 11 años de vida del programa Joves Pilots, impulsado por el Circuit de Barcelona, la Generalitat, el RACC y la Federació Catalana d’Automobilisme para “aupar a los pilotos, para hacer que volaran solos” –describe Aman Barfull, director deportivo del RACC–, han pasado 18 jóvenes. Miquel Molina fue uno de los primeros espadas, junto a Dani Clos y Jaume Alguersuari, la primera generación del programa, en el 2005. De los tres mosqueteros, sólo el de Lloret no se subió nunca a un F-1. “El Joves Pilots me ha permitido ser piloto profesional y trabajar para una marca mundialmente conocida. Es verdad que cuando eres pequeño siempre buscas la referencia de la F-1, pero a mí se me desmontó...”, explica Molina, que se desencantó de golpe del gran circo en el 2009: “Tuve una oferta de un equipo, pero llegó otro piloto, puso más dinero y se llevó el volante. Allí vi que la F-1 iba por un camino que no podría alcanzar; fui de los primeros que se fue a los turismos, muy joven”.
Con 18 años, Molina probó con Audi para correr el DTM, creado en el 2000, sin el glamur de la F-1, pero que ya destacaba por su buena organización, con la implicación de Mercedes, Audi y Opel (que se retiraría en el 2006), y ahora también de BMW. “La gente me decía que si estaba loco, que dónde iba, que el DTM era para gente mayor que se retiraba...”. Ahora Miquel es de los veteranos. Empieza el 6.º curso como piloto de Audi y buscará el primer triunfo tras el 2.º puesto el año pasado en Budapest. “He hecho poles, podios, vueltas rápidas, fui campeón por equipos... Sólo me falta ganar; creo que tengo buen nivel para estar entre los 5 primeros”, asegura. ¿Y la F-1? “La veo porque me gusta el motorsport, pero ya no entra en mis planes. Me atrae más competir en el proyecto número 1 de Audi: las 24 Horas de Le Mans y el WEC”. Todavía con una brizna de esperanza de volver a la F-1, Dani Juncadella inicia su tercer DTM como piloto de Mercedes. Para el barcelonés, la etapa de la F-1 está “más o menos acabada”. Fue probador y reserva de Force India en el 2014, tutelado por Mercedes, pero no halló la continuidad que esperaba. “La F-1 es lo máximo, la deseamos desde niños, pero el DTM tiene poco que envidiarle: escoge a los pilotos por resultados y talento, es un campeonato muy competido, cada marca tiene los 8 mejores pilotos que ha encontrado... Mi camino ha cogido otra perspectiva: no tengo ningún problema en quedarme en el DTM 10 años si hace falta, pero la F-1 aún no la olvido”, asegura Dani, a pesar de su desencanto con el gran circo. “Cada vez hay más críticas a la filosofía que ha tomado, los intereses económicos, cómo llegan los pilotos... He estado allí, tuve cerca un asiento, pero una cosa es tener la confianza de una marca como Mercedes y otra tener un patrocinador... No sé si compensa correr a cualquier precio o con cualquier coche”, reflexiona Juncadella, dolido porque no se prioriza la meritocracia. En su tercer DTM, “este año toca ganar. Desde que fui campeón de F3 (2012) llevo unos años sin resultados y tengo ganas ya de ganar”, dice.
LA NUEVA PERSPECTIVA DE JUNCADELLA
“Deseas la F-1 desde niño, pero el DTM no tiene qué envidiar: hay talento y es reñido” Los catalanes Miquel Molina y Dani Juncadella hallan en los turismos del DTM una excelente alternativa profesional a la elitista F-1