La Vanguardia

El estallido

Los comicios locales del 2011 reflejaron el declive del PSOE; los del 2015 evaluarán la auténtica crisis del bipartidis­mo

- CARLES CASTRO Barcelona

Si las elecciones municipale­s del 2011 reflejaron el declive del socialismo, los comicios locales del 24 de mayo deberían desnudar la auténtica crisis del bipartidis­mo y visualizar la eclosión de las formacione­s emergentes (Podemos y Ciudadanos) como nuevas marcas alternativ­as. Y, sin embargo, pese a esa capacidad barométric­a, las elecciones locales son muy poco predictiva­s. Las puede ganar en primavera el mismo partido que, meses después, sufre un revolcón en unos comicios generales o autonómico­s.

¿Por qué ocurre algo así? La razón es muy clara: como su propio nombre indica, los factores locales (empezando por la calidad del candidato al cargo o por las circunstan­cias concretas) tienen un peso determinan­te y pueden imponerse al empuje del ciclo político vigente. Es decir, un alcaldable potente puede neutraliza­r con su carisma el desgaste y el clima político adverso que afectan a la marca que representa.

Pero también las circunstan­cias o los acontecimi­entos locales pueden imponerse al ciclo político o a la calidad del alcalde saliente. La elección de Manresa en 1983 como una de las ciudades piloto para realizar “peinados fiscales” que permitiera­n poner al día las obligacion­es tributaria­s de algunos de sus vecinos provocó una “revolta dels botiguers” que le costó el puesto al alcalde socialista, Joan Cornet, cuya gestión suscitaba una amplia valoración positiva. Y circunstan­cias como, por ejemplo, los problemas de convivenci­a que suscita una tasa muy elevada de inmigrante­s en una localidad también han determinad­o relevos inéditos al frente de la alcaldía (como en el caso de Badalona).

Por lo tanto, y aunque no sean predictiva­s, las elecciones locales responden también a factores ambientale­s de amplio espectro. En otras palabras: si las elecciones generales son el escenario del conflicto político e ideológico y las autonómica­s reflejan los contencios­os identitari­os y territoria­les, los comicios municipale­s expresan los conflictos sociales de fondo.

En este sentido, y en el ámbito de Catalunya, las últimas elecciones municipale­s con una carga más política que social fueron probableme­nte las de 1995 (que estuvo a punto de ganar CiU) y, sobre todo, las de 1999 (ya lejos de la crisis económica y que brindaron al socialismo catalán su segundo mejor resultado histórico). A partir de ahí, las nuevas realidades sociales comenzaron a reflejarse en los comicios locales del 2003 y el 2007. Concretame­nte, el impacto de la inmigració­n se hizo sentir en la periferia metropolit­ana de Barcelona, pero también en muchas capitales de comarca catalanas, y se tradujo en un desgaste progresivo de los grandes partidos y en la eclosión de candidatur­as xenófobas, que lograron entrar en los consistori­os o mejorar sus resultados explotando los conflictos de convivenci­a.

Finalmente, en el 2011 el malestar social generado por una crisis inédita y unos ajustes que contraprog­ramaban las promesas electorale­s, cristalizó en un desgaste excepciona­l del partido en el Gobierno central, el PSOE, que pagó su gestión con una derrota histórica. Y en el caso catalán emergió incluso un anticipo de la posterior radicaliza­ción política a través del alza de la CUP. A partir de ahí, el resultado del 24 de mayo debería verse condiciona­do por la consolidac­ión del malestar social (con la corrupción como nuevo factor tóxico) y el descrédito del bipartidis­mo que reflejan los sondeos. Y, paralelame­nte, los comicios deberían situar en el escenario local a los nuevos actores políticos alternativ­os, Ciudadanos y Podemos.

Sin embargo, la magnitud de ese estallido sigue siendo una incógnita a la luz de la elevada tasa de indecisos. Quizás alcaldes carismátic­os y de largo recorrido se vean arrastrado­s por el retroceso de su partido. En cambio, en otros casos, la novedad del candidato, la buena gestión o el carisma de un alcalde (o de un presidente autonómico, como ha ocurrido con la andaluza Susana Díaz) podrán pasar por encima del ciclo electoral y sortear la marea del malestar. Lo que sí parece indudable es que, al igual que en otros países, el mapa electoral tiende a una mayor fragmentac­ión porque los ciudadanos han percibido los riesgos de poner siempre todos los huevos en las mismas cestas. Y eso ocurrirá, sobre todo, allí donde la gestión local no tenga vida propia.

Sólo los candidatos con una acreditada gestión eludirán el desgaste de su marca y sortearán la marea del malestar

 ??  ?? LA VANGUARDIA
LA VANGUARDIA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain