Opciones personales
Hay argumentos de sobra justificados para criticar y oponerse a la corrupción, al derroche de los bienes públicos, al clientelismo parasitario y estéril, a la explotación de las personas en cualquiera de sus vertientes o modalidades, a la pobreza social en un entorno de abundancia, a la marginación y hostilidad racial o a la pederastia.
En cambio, no acabo de encontrar razones ni refugio moral para juzgar y descalificar a los demás por su orientación sexual, por decidir si vivir con la pareja dentro del matrimonio o fuera de este, por sus gustos sexuales –obviamente, siempre que los mismos no supongan una violación de la voluntad y los derechos ajenos–, por practicar la masturbación o por utilizar métodos anticonceptivos al objeto de evitar enfermedades y embarazos no deseados.
En cuestiones relacionadas con las libertades y opciones individuales –sin confundir con libertinaje– tal como corresponde a la esfera de la sexualidad, ¿es apropiado introducir las narices? ¿Qué beneficio social aporta la estimulación de las glándulas segregadoras de la intransigencia, el rechazo e incluso la hostilidad hacia las preferencias y vivencias ajenas circunscritas al terreno de la intimidad personal?
Las manchas de los prejuicios en el parabrisas pueden distorsionar y ofrecer una imagen sucia del paisaje. ALEJANDRO PRIETO ORVIZ Gijón