La Vanguardia

¿De qué hablamos al hablar del voto?

- Glòria Serra

Hace unos días, Fernando Ónega se preguntaba desde estas páginas qué tipo de país están construyen­do los políticos. Les echaba en cara una actitud deshumaniz­ada ante los ciudadanos. Por ejemplo, ser del todo indiferent­es a las vidas truncadas que hay detrás de las cifras del paro, vistas exclusivam­ente como un dato táctico para arrastrar votos.

Me sumo a la lúcida e indignada reflexión de mi colega. Los ejemplos son casi infinitos. ¿Por qué, por ejemplo, el último año de gobierno municipal los ayuntamien­tos nos ahogan con todo tipo de obras y reformas? ¿No podría hacerse durante los cuatro años de mandato? No, porque entonces se corre el riesgo de que los electores se olviden de esa obra, la integren en su paisaje diario y, por tanto, no estén tan agradecido­s al alcalde por haberles arreglado su calle y se olviden de volverle a votar.

Ha empezado una campaña electoral, aunque quizá no lo noten porque desde mucho antes de las elecciones andaluzas que los partidos, nuevos y viejos, están haciendo todo lo posible por llamar nuestra atención y conseguir nuestro voto. De hecho, esta campaña es sólo el aperitivo para la madre de todas las campañas que será la de

Esta campaña es sólo el aperitivo para la madre de todas las campañas que será la de las generales

las generales con las catalanas un poco antes. O al mismo tiempo, que nunca se sabe.

Por desgracia, en este tacticismo están unidos los nuevos y los viejos partidos. ¿Cómo se explica si no lo que está pasando en el Parlamento andaluz? Ciudadanos, con la vista puesta en los futuros comicios, no quiere que le echen en cara haber llevado de nuevo a los socialista­s a la Junta. Por eso, tira de la cuerda, como un partido de oposición, y afloja, como un partido con sentido de Estado. Por no hablar de la salida de tono de su candidata en Barcelona, Carina Mejías, que ha asegurado que, siendo alcaldesa, intentaría impedir la manifestac­ión de la ANC en la Meridiana por la Diada. Para ser una propuesta, avalada por Albert Rivera, formulada por un partido que se define como liberal y que hace de la libertad bandera es, francament­e, singular. Eso sí, le puede venir bien electoralm­ente para arrebatarl­e aún más votos al Partido Popular, que se desangra por ese flanco.

Y lo mismo ocurre con Podemos. Ha presentado esta semana su programa para las municipale­s y Pablo Iglesias ha sido entrevista­do por Jordi Basté. Aún respirando por la herida de la marcha de Monedero, al final el programa que tanto utilizan desde el PP para meter miedo a los niños se ha quedado en un manojo de medidas más bien tibias que segurament­e decepciona­rán a sus seguidores. Por ejemplo, se ha perdido el caballo de batalla durante todo el pasado año en las numerosas intervenci­ones mediáticas de sus líderes: la renta mínima obligatori­a. “Por realismo”, es el argumento con el que la han hecho desaparece­r. ¿Cuánta más agua al vino necesitará poner Podemos para convencer al mayor número posible de electores de que no es un partido extremista y bolivarian­o?

¿De qué hablamos cuando hablamos del voto? ¿Qué nos quieren decir cuando nos piden el voto? Quiero ser optimista y creer que no somos tan idiotas como piensan. Y que como ciudadanos y electores somos ya perros viejos y no nos colarán gato por liebre.

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