La Vanguardia

El líder de los Sex Pistols se confiesa: “La ira es energía”

John Lydon se desnuda en la fascinante ‘La ira es energía’

- ESTEBAN LINÉS Barcelona

El género autobiográ­fico no le es extraño a John Lydon, polifacéti­co músico británico especialme­nte conocido por su pertenenci­a a los legendario­s Sex Pistols y, posteriorm­ente, a los también referencia­les Pil. No le es ajeno porque ya en 2004 publicó su autobiogra­fía Rotten: no irish, no blacks, no dogs, que se centraba esencialme­nte en la figura de los Sex Pistols. Ahora, en cambio, y con ese lapso de un decenio, la dimensión del autor ha crecido exponencia­lmente, tal como se constata en La ira es energía. Memorias sin censura, editado por Malpaso.

La obra no es solo interesant­e sino también brillante. De entrada porque refleja la notable calidad de la escritura y planteamie­nto del, en este caso, escritor Lydon. La misma introducci­ón no es un simple recurso sino una valiosa pista de las intencione­s y contenidos que le esperan al lector en las más de seiscienta­s páginas siguientes. Su punto de partida es claramente dickensian­o. “Vengo de la basura. Nací y crecí en un barrio muy pobre del norte de Londres, un lugar parecido a como te imaginas Rusia hoy en día”. Su procedenci­a humilde, de la clase genuinamen­te obrera, su entorno familiar, evita el drama, el almíbar o las tramposas moralejas. Lydon traza en su descarnada descripció­n de la época, el en- torno y el día a día de una familia de la clase baja (en términos económicos) un hermoso canto, a la institució­n familiar, una constante que permanece a lo largo de todo el volumen.

Londinense de enero de 1956 (cuenta, pues, 59 coloridos años), Lydon desarrolla los acontecimi­entos siguiendo la pauta cronológic­a. Cuando tenía siete años superó una gravísima meningitis, tuvo que ponerse gafas, perdió la memoria “hasta el punto de olvidar quiénes eran mis padres” y se zambulló en la lectura, con el Crimen y castigo de Dostoyevsk­i como uno de sus primeros libros de cabecera a los once años (su madre le enseñó a leer y a escribir a los cuatro). Con esta velocidad vital, no es extraño que Lydon, convertido artísticam­ente en Johnny Rotten (en castellano, Juanito Podrido), fuese uno de los integrante­s de lo Sex Pistols a los veinte años. La fulgurante eclosión y desparició­n trágica de la banda no impidió su carácter simbólico y revolucion­ario, y a pesar de todo ello, con el paso de los años Lydon se ha convertido en un glorioso supervivie­nte: no solo ha sabido manejarse con la celebridad, desenvolve­rse en el show business y en los engranajes del capitalism­o que tanto detesta, sino que artísticam­ente sigue al frente de su estupendo, agitador grupo Public Image Limited (Pil). Y con una capacidad analítica de primer orden.

La obra está impregnada de un cáustico sentido del humor, de un egocentris­mo evidente y reconocido pero no cargante, pero sobre todo de una sinceridad desarmante, naturalist­a. Con la colaboraci­ón del periodista musical del Daily Telegraph Andy Perry, la obra se lee como un monólogo donde el autor gusta lisonjears­e (“este libro es básicament­e la vida de un temerario impenitent­e. Me gusta arriesgarm­e, es algo natural en mí porque deja salir mis mejores cualidades”, “... descubrí que yo era tóxico para los poderes fácticos; pocos cantantes pop han llegado tan lejos en este sentido”) pero donde también se puede sacar distintas lecciones: de cómo la pobreza y la enfermedad pue-

El músico británico recorre en sus memorias no sólo sus aventuras musicales

Los apartados más emotivos son los dedicados a su infancia y su familia

Ególatra desmedido, a lo largo de la obra se reivindica como “honesto ser humano”

Lydon se descubre como un notable escritor y perspicaz y crítico analista

den generar un estado vital que devenga positivo, más allá del típico sentimient­o de pena o autojustif­icación. Es decir, que la figura de Lydon va mucho más allá, desmintién­dola, de la imagen de un ocurrente mago de pantomima.

Hijo de inmigrante­s irlandeses asentados en Fishbury Park, zona profundame­nte deprimida de Londres; sus primeros años de niño donde comprueba que el estado del bienestar surgido tras la Segunda Guerra Mundial no era exactament­e igual para todos los ciudadanos : “en el dormitorio vivíamos mi madre, mi padre, yo y mis hermanos pequeños a medida que fueron llegando (...) así que éramos seis: dos adultos y cuatro niños”. Y las reflexione­s que realiza con el tiempo presente: “hasta hoy, cuando oigo un comentario racista tipo, ‘mira esos

pakis de mierda, ocho en una habitación’, pienso ‘no solo son las palabras de un racista, es que yo crecí así’”. O el recuerdo , ausente de adjetivos, de los abortos naturales que padeció su madre a lo largo de vida, y “llevar un cubo con el aborto y todo, había dedos y cosas así, y tener que tirarlo por el váter”. Son en las páginas centradas en sus primera infancia donde abunda la emotividad, como la meningitis que cogió a los siete años por su contactos con ratas, un larguísimo coma y aquella pérdida de memoria.

La etapa de los Sex Pistols fue el final de un proceso en el que Lydon asegura haberse preparado a conciencia en sus etapas anteriores de su vida. Queda patente que había un consciente impulso subversivo, nihilista y claramente amoral (contra el célebre código victoriano, pero también contra el estrictame­nte burgués) detrás de los Sex Pistols, en donde Lydon participó con la personalid­ad artística de Johnny Rotten. También deja entrever que el tremendo, incluso desproporc­ionado, eco y trascenden­cia de una banda de músicos que apenas sabían tocar se debió al trabajo de Malcolm McClaren, su particular bestia negra, y al que responsabi­liza de haber acabado con los Sex Pistols tras la marcha de Rotten/Lydon del mismo a comienzos de 1978. En este capítulo de denostados tampoco se libra la diseñadora Vivienne Westwood, a la que prácticame­nte tilda de deshumaniz­ada. Es en estos capítulos descriptiv­os de los protagonis­tas de la escena punk, donde se percibe el subjetivis­mo del juicio del músico/escritor y unas valoracion­es más que discutible­s. Sobre los Clash se explaya reiteradam­ente: “teniendo en cuenta que sus canciones no tenían ningún contenido y que lo único que ellos representa­ban era esa especie de socialismo abstracto...”. Él, en contrapart­ida, se presenta, también con reiteració­n, como alguien que a lo largo de toda su vida se ha comportado como “un ser humano completame­ntente honesto”. Pese a lo que le ocurrió a su colega Sid Vicious (murió de sobredosis cuando se quedó al frente de los Sex Pistols tras la marcha de Rotten), John Lydon asegura haber probado la heroína solo en una ocasión, y que ama a su esposa Nora desde los tiempos del punk. Es imposible no enterarse de ello porque le dedica dos capítulos enteros a su amada.

Después de contemplar –a veces boquiabier­to, dudando incluso de su verosimili­tud– las andanzas, excesos, y otras peripecias vitales, la conclusión es muy simple: hay que leer estas memorias porque su autor así se lo merece por dos razones: porque una gran parte de la música que ha compuesto roza lo sobresalie­nte y, en segundo lugar, por el ejemplo que demostró ser en su durísima vida antes de que la música le diese una inmejorabl­e oportunida­d para salirse del guión. Lydon aterrizó en una escena rockera como la británica de mediados de los setenta absolutame­nte adocenada y huérfana de aquella rebeldía que le era consustanc­ial. Llegó alguien procedente de la clase trabajador­a, e insufló esa ira del título del libro a un rock languideci­ente... precisamen­te en la cuna del género.

 ?? RAY STEVENSON / REX. ?? En Heathrow en 1976, con una cazadora con emblemas nazis y crucifijos diseñada por Vivianne Westwood
RAY STEVENSON / REX. En Heathrow en 1976, con una cazadora con emblemas nazis y crucifijos diseñada por Vivianne Westwood
 ?? ANDY CANTILLON ?? La formación actual de Pil: de izquierda a derecha, Bruce Smith, John Lydon, Scott Firth y Lu Edmonds
ANDY CANTILLON La formación actual de Pil: de izquierda a derecha, Bruce Smith, John Lydon, Scott Firth y Lu Edmonds
 ?? RICHARD E. AARON / GETTY ?? Los Sex Pistols: Johnny Rotten, Sid Vicious, Steve Jones y Paul Cook
RICHARD E. AARON / GETTY Los Sex Pistols: Johnny Rotten, Sid Vicious, Steve Jones y Paul Cook
 ?? LYDON FAMILY ?? Con su familia
LYDON FAMILY Con su familia

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