La Vanguardia

Mi voto por un ratito al fresco

- Joaquín Luna

Algo me recuerda que un domingo de estos tengo que ir a votar. Supongo que debería empezar a pensar a quién le doy el voto, expresión de mis egoísmos y muestra de ciudadanía, pero necesito algo de tiempo porque tengo hormigas en la cocina y no se cómo acabar con ellas.

De momento, las estoy matando lo mejor que puedo. Algún chorrito de lejía, algún grano de arroz –a ver si lo transporta­n y se bloquean sus conductos, las muy laboriosas– y cierta mala leche, porque las aplasto sin reparos con servilleta­s de papel aunque esté mal decirlo.

Las hormigas tienen buena prensa y algún lector quizás se ofenda por el genocidio de tan ejemplar animal, que guarda para el invierno –eso se creen las de mi casa– mientras la cigarra se dispone a pasar un buen verano, tirando la caña a las cigarras coquetas.

¿Saben a quién votaría sin pensarlo más? Al partido que me prometiera que a las doce en punto de la noche, una noche agradable, como la del pasado viernes, ningún camarero de Barcelona me conminara a abandonar

Orson Welles no se quedaría ni cinco minutos en esta ciudad tan puritana de noche que es Barcelona

la conversaci­ón al fresco en una calle céntrica –y de tráfico ruidoso– porque así lo mandan las ordenanzas no sea que algún vecino se pelee con el sueño y venga a mi casa a saludar a las hormigas.

Ya imagino que ningún candidato incluirá en sus programas ser más selectivos con las prohibicio­nes en esta Barcelona coñazo que no permite estar en una terraza charlando con un amigo, mi amigo Rafael, profesor ecologista en Esade y divorciado nuevo de trinca. Media hora después de pedir una copa en una de las mesitas de Entrepanes Díaz –¡tocando a la Diagonal!– nos obligaron a levantarno­s a toda prisa y pasar adentro como si en lugar de hablar estuviéram­os en la calle cantando desafinado­s aquella jota del gran Juanito Pardo, un bruto de cuidado, que decía: “En la plaza de toros una mujer dio un chillido. Al salir el primer toro, creyó que era su marido”. No me extraña que Luis Buñuel fuera aragonés...

Que uno contraveng­a la ley por estar charlando en una terraza sin música a las doce de la noche de una víspera de sábado debe de ser muy grave, porque está prohibido. Yo regalaría mi voto y aun el de mi madre, a la que acompaño siempre y nunca le he cambiado la papeleta, a quien me concediera algo de tiempo en las noches de verano, cuando las cigarras hablamos de mujeres que nos dan mucha vida y alguna añoranza.

De momento, también en casa convivo con hormigas y antes de matarlas me voy fijando en su habilidad para dar guerra, como hacía el gato del vecino hasta que este se fue a recorrer mundo y lo regaló. Son rivales ejemplares y no me extraña que haya tantas hormigas en Barcelona, capital vermutera pero más báltica que mediterrán­ea, donde hoy Orson Welles no se quedaría ni cinco minutos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain