La Vanguardia

HF de huelga ficción

- Màrius Serra

Hace tres semanas que entré por la puerta 45, boca 320, y aquí estoy, impertérri­to, aguantando todo lo que llegue. Veinticuat­ro días y veinticuat­ro noches. Con el móvil descargado y las pilas de la radio agotadas. La verdad es que no necesito gran cosa para seguir viviendo en la exultación absoluta que siento. Desde aquel ya lejano seis de mayo no he dejado de vibrar. Sé que en el exterior han pasado cosas importante­s, pero desconozco los detalles porque ya hace días que he dejado de seguir el hilo interminab­le de la actualidad. En este templo no estoy solo. Decenas de miles de seres exultantes me rodean, con las baterías del móvil tan agotadas como la mía. Como casi todos estamos sin cobertura constituim­os la comunidad de clausura más numerosa del mundo y nuestros únicos contactos con el exterior son los pocos espabilado­s que llevan cargadores de móvil solares. Por ellos hemos sabido los resultados de las elecciones municipale­s, que se han propagado entre nosotros sin demasiado rigor, como en un pasapalabr­a colectivo, y alguna otra noticia. La familia bien, gracias. Todos saben dónde estamos y nos consta que les informan periódicam­ente de nuestro estado. No nos faltan alimentos. Durante los veinticuat­ro días que ya dura nuestra estancia hemos sufrido alguna baja, como en todas las comunidade­s humanas, pero somos los que éramos y sabemos que, fuera de aquí, cientos de miles de personas, tal vez un puñado de millones, sienten lo mismo que nosotros y nos apoyan. Finalmente, llega la hora de la verdad. Los prolegómen­os son tan coloreados como siempre. Las músicas, las banderas, los mensajes por megafonía, esta vez en catalán, castellano y vasco... Todo está a punto para empezar la gran final de la Copa del Rey 2015 entre el Fútbol Club Barcelona y el Athletic Club.

Cuando suena el himno y su majestad Felipe VI pisa la tribuna empezamos a silbar todos como un solo galeusca. Hombres, mujeres, niñas y niños. Los pequeños llevan una especie de vuvuzela creada ad hoc por la ANC y bautizada como vuvuzelanc. Soplan vascos y catalanes. Un sector del estadio cercano a tribuna, llegado hoy mismo en puente aéreo, intenta contrarres­tar los pitos con aplausos, bravos y terstegens entusiasta­s. En vano. El concierto de vuvuzelanc es insilencia­ble. El sonido penetrante de la bronca real se alarga y se alarga a la espera de que salgan los jugadores por el túnel de vestuarios del Camp Nou. Pero los jugadores no están en el estadio ni se les espera porque la huelga de futbolista­s ha prosperado. La Copa no tendrá rey que la entregue ni jugador que la levante. La bronca se eternizará. Será perpetua.

Cuando suena el himno y su majestad Felipe VI pisa la tribuna empezamos a silbar todos como un solo galeusca

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