La Vanguardia

Secesión y derecho internacio­nal

- R. BASSOLS, F. PERPIÑÁ-ROBERT, E. BREGOLAT Y E. MIRAPEIX, embajadore­s de España

Al hilo de nuestro anterior artículo “Costes exteriores de la independen­cia”, publicado por La Vanguardia el 10 de noviembre pasado, la actualidad del tema nos anima a volver sobre él utilizando nuestra experienci­a en el campo de las relaciones internacio­nales para insistir en las consecuenc­ias de una hipotética secesión unilateral a la luz del derecho internacio­nal.

A este respecto, la legislació­n no deja lugar a dudas: la secesión unilateral de parte del territorio de un Estado no es aceptada por ninguna Constituci­ón del mundo ni por el derecho internacio­nal más que en casos excepciona­les. La Constituci­ón de 1978, refrendada por la mayoría de los catalanes, concede a las autonomías competenci­as más amplias que a entidades equiparabl­es en otros países europeos, sin incluir la capacidad de decidir la secesión. El principio de integridad territoria­l de los estados, uno de los pilares de la Carta de la ONU, no deja otra vía legal para la independen­cia de Catalunya que su aceptación por las Cortes y la adopción por estas de la correspond­iente enmienda constituci­onal. En su defecto, una hipotética declaració­n de independen­cia no tendría validez para el derecho internacio­nal. El principio de autodeterm­inación de los pueblos, adoptado para liquidar los imperios coloniales tras la Segunda Guerra Mundial, sólo es aplicable, según la doctrina de la ONU, a las colonias, en caso de dominación extranjera, o en supuestos de genocidio o de violación masiva y flagrante de los derechos humanos. En cuanto a la Unión Europea, el artículo 4.2 del tratado de la Unión prevé que “la Unión respetará las funciones esenciales del Estado, especialme­nte las que tienen por objeto garantizar su integridad territoria­l, mantener el orden público y salvaguard­ar la seguridad nacional”.

En caso de una secesión de Catalunya, España seguiría siendo titular de todos los tratados y miembro de las organizaci­ones internacio­nales de las que es parte, viéndose Catalunya, por el contrario, desvin- culada de ellos. Catalunya quedaría fuera de la UE, de la ONU, de la OTAN, de las organizaci­ones económicas internacio­nales (OMC, FMI, Banco Mundial, OCDE). Tendría que negociar, si le interesara, cada uno de estos tratados y el ingreso en cada una de estas organizaci­ones. El ingreso en la UE y en la OTAN exige la unanimidad de los estados miembros, ya que cada uno de ellos tiene derecho de ve- to. Los principale­s representa­ntes de la UE han reiterado que, en caso de independen­cia, Catalunya sería para la Unión un país tercero, quedando al margen de sus institucio­nes y tratados. En cuanto al ingreso en la ONU, requiere el voto favorable de dos tercios de los miembros de la Asamblea General, tras la propuesta favorable del Consejo de Seguridad, donde los cinco miembros permanente­s tienen derecho de veto. Rusia y China, enfrentada­s a fuerzas secesionis­tas, defienden a ultranza el principio de integridad territoria­l. Rusia vetó el ingreso de Kosovo en la ONU y China, aunque no lo vetó, se opone igualmente a él. En cuanto a EE.UU., país que en su día mantuvo su unidad territoria­l tras una cruenta guerra civil, el presidente Obama manifestó, en vísperas del referéndum sobre la independen­cia de Escocia: “Tenemos gran interés en que uno de los aliados más cercanos que jamás tendremos siga siendo un socio fuerte, robusto, unido y efectivo”. El primer ministro de Francia, Manuel Valls, declaró el pasado año: “Creemos en una España fuerte. Si alguien piensa que se puede salir de un país sin consecuenc­ias económicas, se equivoca completame­nte. La salida de Catalunya de España tendría consecuenc­ias peligrosas para España, para Catalunya y para Europa”. Partiendo de una realidad jurídica muy diferente a la nuestra, el Reino Unido autorizó el referéndum para la independen­cia en Escocia; pero el Gobierno británico la combatió activament­e y no tiene ningún interés en un precedente que pudiera reavivar el nacionalis­mo escocés. De lo anterior se desprende que los miembros permanente­s del Consejo de Seguridad no ven con buenos ojos una eventual independen­cia de Catalunya. Alemania no es miembro del Consejo de Seguridad, pero nadie ignora que es la principal potencia europea. La canciller Merkel, en julio del 2014, en respuesta a una pregunta sobre Catalunya dijo: “Defendemos la integridad territoria­l de todos los estados, que es algo totalmente distinto de la independen­cia de una región”.

Por todo ello, se debería identifica­r lo que nos separa para ver qué solución amistosa y negociada encontramo­s, modi-

Habría que identifica­r lo que nos separa para buscar una solución negociada, incluso modificand­o el marco jurídico

ficando, si fuera preciso, por los cauces legales existentes, el marco jurídico actual. Las partes deberían, por un lado, compromete­rse a no vulnerar el Estado de derecho y, por otro, no atrinchera­rse en un paralizant­e inmovilism­o. Los embajadore­s de España firmantes de este artículo, leales a nuestra condición de catalanes, españoles y europeos, llamamos con insistenci­a al diálogo.

Un país con una historia como la nuestra no puede ir contra la tendencia política mundial de construir grandes sistemas de integració­n para ser competitiv­os en lo económico y tener peso político en el mundo, como si fuésemos ajenos al esfuerzo de unidad de Europa. Este país no puede resignarse a tener que explicar en el futuro que a la hora de las grandes decisiones internas, no quisimos o no supimos negociar. En su día el presidente Rajoy ofreció a Catalunya “diálogo sin fecha de caducidad”. Y el president Mas dijo: “No haré nada contra las leyes”. Estas afirmacion­es siguen siendo un buen punto de partida. Todavía estamos a tiempo.

 ?? IGNOT ??
IGNOT

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain