La Vanguardia

Donde dicen ‘bon dia’

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

El nombre sí hace la cosa. Quizá no siempre, pero a menudo se necesita una etiqueta, un sustantivo que identifiqu­e con claridad el sujeto. Es lo que pretende el estudio que presenta el sociolingü­ista Miquel Àngel Pradilla, con la bendición del Institut d’Estudis Catalans. El nombre que quiere hacer la cosa es catalanofo­nía.

Para hablar de todos los lugares donde se habla catalán, se han empleado términos como territorio­s de habla catalana, dominio lingüístic­o catalán o, directamen­te, Països Catalans. Los dos primeros, más que términos, son descripcio­nes. El tercero está politizado, aspecto que produce rechazo entre algunos sectores de la sociedad, especialme­nte valenciano­s y baleares. Hoy es “un término tabú”, como dijo Isidor Marí en la presentaci­ón del IEC.

Así pues, para despolitiz­ar la lengua, Pradilla propone la palabra catalanofo­nía, en la línea de vocablos ya existentes como la francofoní­a y la lusofonía, que ya se utilizan para los países donde se habla francés y portugués. Como dijo el presidente del IEC, Joandomène­c Ros, la historia colonial de la francofoní­a y la lusofonía no coincide con la de la catalanofo­nía, pero el nombre, al fin, sí puede servir.

La intención de los impulsores del estudio es precisamen­te preservar la cohesión de la lengua, dado que se habla en territorio­s con legislacio­nes distintas y políticas de promoción y protección

Para despolitiz­ar la lengua, para los territorio­s donde se habla catalán Pradilla propone ‘catalanofo­nía’

de todo tipo. Y aunque la mayoría de estos territorio­s están dentro de España y la Constituci­ón reza, en su artículo 3.3: “La riqueza de las distintas modalidade­s lingüístic­as de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”, la política del Partido Popular, como dijo el conseller Ferran Mascarell, se ha dedicado a incumplir la Constituci­ón en este punto.

La situación actual entre territorio­s, según Pradilla, ha superado los tiempos en que se decía que el catalán y el valenciano no eran una misma lengua, pero hoy desde Valencia no se participa para nada de esta supracomun­idad lingüístic­a. En cuanto a los territorio­s de la catalanofo­nía, en palabras del conseller de Cultura, “el Estado ya no es indiferent­e, sino que es combatient­e”. “El nuevo nombre tiene que ayudarnos”, porque da “una visión global muy valiosa”, añadió Mascarell. “Hay que crear políticas entre las institucio­nes de los otros territorio­s, que no hay forma de fomentar porque los partidos que gobiernan buscan justamente la disgregaci­ón”.

Con un Institut Ramon Llull decapitado, la propuesta nominal de Pradilla –intenciona­damente apolítica– debería servir para recuperar la colaboraci­ón académica entre las comunidade­s autónomas para preservar –dicho con palabras constituci­onales– este patrimonio cultural tan rico.

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