Mónaco vive el bautizo del príncipe heredero y su gemela
Con cinco meses, los hijos de Charlene y Alberto II reciben el sacramento y son condecorados
Cinco meses en pecado, y sin nombre a los ojos de la Iglesia, solucionados ayer, entre las diez y media, comienzo de la ceremonia, y las doce y veinte de la mañana, cuando Jaime Honorato Rainiero, marqués de Baux en Provence, y Gabriela Teresa María, su alteza serenísima condesa de Carladès, ya cristianos, aparecieron en brazos de sus padres, en el umbral de la puerta de San Nicolás de Nuestra Señora Inmaculada, catedral de Mónaco.
Fueron saludados por 42 cañonazos –21 por cada uno– y por los bravos de los asistentes a la ceremonia, congregados en el atrio.
La princesa Charlene, 36 años, la madre, risueña, tenía en brazos al príncipe heredero. Y Alberto II, muy serio, 56 años, el padre, a Gabriela. Detrás, los padrinos elegidos por Alberto II para el príncipe heredero: su prima Diane de Polignac Nigra y Christopher Le Vine jr, de la rama Kelly. Para Gabriela, Charlene designó a su hermano menor, Gareth Wittstock, y a su amiga Nerine Pienaar, esposa del capitán del equipo sudafricano de rugby campeón mundial en 1995 (para cinéfilos, Matt Damon en Invictus).
Esta segunda aparición pública de los bebés, desde su nacimiento el pasado diciembre, fue un visto y no visto. Tal vez para protegerlos de un sol de justicia: enfundados ambos en la ropa de bautizo diseñada por Baby Dior – voile de algodón blanco, bordados de inspiración vegetal y puntilla de Calais, monograma oficial con iniciales–, fueron devueltos a los brazos experimentados de las auxiliares de puericultura, según el título que les da palacio. Lo cierto es que ni el sol ni, antes, el agua bendita en la frente alteraron la impasibilidad de las criaturas.
Ya desvelada la incógnita de cómo vestiría Charlene –chaqueta de mangas tres cuartos sobre vestido
évasée de crêpe de seda color verde agua y sombrerito de tela y paja, todo firmado Dior Haute Couture-, hubo foto de familia en la escalinata, flanqueada por rosas blancas y, entrelazadas, las iniciales J y G.
Faltaban Carlota y su novio, el actor Gad Elmaleh. Pero estaban Ca- rolina con su hija Alejandra de Hanover, Andrea y Pierre Casiraghi –con su novia Beatrice Borromeo– y Estefanía con su hijo Louis Ducruet y sus hijas Pauline Ducruet y Camille Gottlieb.
Después se retrató al resto de invitados a la ceremonia, agrupados con el mismo respeto por el protocolo que mostró el papa Francisco, en su bendición, leída por el nuncio, en la que Alberto II pasaba delante de Charlene y Jaime de Gabriela.
Monaco Info, con la exclusiva de televisión, la difundió también por
Monaco Channel, en internet. Entre la catedral y el palacio un paseo que la comitiva, con los príncipes delante –los bebés habían desaparecido– recorrió, por la calle Bellanger de Castro, al son de tambores y flautas de Li Festejaire –grupo folklórico de Baux de Provence, llegado para rendir home-
Ni el sol ni, antes, el agua bendita en la frente alteraron la impasibilidad de los gemelos
naje a su pequeño marqués– y acompañada por la delegación, vestida también con ropas tradicionales, de Carladès, pueblo de la Auvernia, vecino del mayor volcán de Europa, desplazada para saludar a su pequeña condesita.
Ya en palacio, en el salón de los espejos, Jaime y Gabriela fueron condecorados con la Orden de Grimaldi, preludio del cóctel para 700 personas y la comida, tardía y más íntima, limitada a 200 comensales.
Nadie señaló a otros dos familiares ausentes: los hijos de Alberto en su época de soltero de oro, reconocidos pero excluidos de la dinastía. Es decir, Jazmín Gracia Rótolo, de 22 años, fruto de una relación veraniega con Tamara Rotolo, camarera norteamericana de vacaciones en la Costa Azul, y Alejandro Coste, 12 años, concebido por Nicole Coste, azafata togolesa.