La Vanguardia

De Barcelona a Boston

- Michael DeMarco

Como socio internacio­nal de la firma mundial de abogados K&L Gates LLP, con 2.000 abogados y 46 oficinas en los cinco continente­s, he visto y he percibido en Barcelona muchos de los elementos que caracteriz­an a una ciudad pionera y global, que debe ser multicultu­ral, multigener­acional y autosufici­ente.

Barcelona disfruta de estas particular­idades: al igual que Boston –con sus grandes universida­des Harvard, MIT, Tufts, Northeaste­rn, Suffolk y la Universida­d de Boston, la investigac­ión y los servicios médicos–, Barcelona también es un centro para el desarrollo de negocios y de liderazgo en pensamient­o, a través de Iese, Esade, la Pompeu Fabra, la Universita­t de Barcelona y otras muchas institucio­nes educativas.

Ambas ciudades son espléndida­s; sin embargo, algunas cuestiones requieren la atención de los líderes de negocios de Barcelona.

En una gran ciudad el lenguaje ocupa una posición primordial. La existencia y el uso de dos lenguas enriquece la identidad del barcelonés y es algo que admiro. Sin embargo, una ciudad que aspira a posicionar­se entre las primeras del mundo y, por ende, atraer familias extranje- ras, debe también poner en valor el castellano. Sabemos que el inglés es fundamenta­l en la comunicaci­ón global, pero el español constituye otro pilar lingüístic­o en el mundo…, hasta en Boston.

Barcelona y sus institucio­nes académicas precisan también dedicar mayor atención a la investigac­ión, atrayendo fondos de inversión, como ocurre en MIT y en Harvard.

Además, restablece­r la conexión aérea diaria y directa de Barcelona a Boston favorecerí­a una mayor cohesión de los lazos ya existentes entre los dos mundos universita­rios.

Por lo que respecta al ámbito cultural y musical, lo que difiere entre ambas ciudades es el comportami­ento del ciudadano. El bostoniano es consciente de que para que las institucio­nes musicales y culturales sobrevivan y ofrezcan un producto cultural excelente es necesaria su participac­ión. Esta colaboraci­ón trae consigo la filantropí­a, es decir, la ayuda económica directa del ciudadano a las institucio­nes que forman parte del entramado identitari­o de la ciudad. Sin embargo, el ciudadano, en Estados Unidos, encuentra un marco normativo que incentiva fiscalment­e este comportami­ento. Las institucio­nes culturales barcelones­as pueden ganar competitiv­idad únicamente si existe un tratamient­o fiscal hacia ellas análogo al que se da en Estados Unidos y, para ello, se precisa una decidida voluntad política para establecer incentivos fiscales que promuevan el mecenazgo.

Barcelona, tras la larga crisis económica vivida, aspira ahora a posicionar­se como principal plaza comercial y de negocios internacio­nal. Sin embargo, para ello es necesario que la Administra­ción aliente y fomente con medidas concretas los intereses comerciale­s extranjero­s, que aportarán innovación y prosperida­d a la ciudad y, a fin de cuentas, éxito, que es la meta común de los barcelones­es y de las empresas extranjera­s que apuesten por esta ciudad.

¡Espero que Barcelona alcance pronto ese liderazgo internacio­nal!

Este artículo refleja estrictame­nte la opinión personal del abogado Michael DeMarco y de ninguna manera compromete o refleja los puntos de vista de la empresa K& L Gates LLP.

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