Consenso e implicación
“Los responsables de modelos que funcionan se vanaglorian del consenso existente”
La formación profesional dual está entrando con fuerza en el sistema de FP de nuestro país. Y no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la tradición de la que venimos, basada en el aprendizaje a partir de los maestros, las escuelas de aprendices y de otras metodologías de aprendizaje de oficios que tenían como base el concepto de aprender hacien
do, al lado de aquella persona que, por experiencia, oficio y posición, podía transmitir las competencias asociadas a esa profesión.
Por otro lado, sería escandaloso pasar por alto el índice de desempleo entre los jóvenes de 16 a 25 años, así como el nivel de abandono escolar prematuro y la desproporción entre los niveles de calificación que tiene nuestra población activa y las necesidades reales del mercado laboral. En Europa, la previsión para el 2020 es que, de los puestos de trabajo que serán necesarios, un 50% corresponderán a perfiles profesionales de ciclos formativos. Si mezclamos todos estos ingredientes, seguro que de una manera u otra, la FP –en general– y la FP dual –en particular– aparecen como una opción clara para plantar cara a los retos que se dibujan.
A nadie se le escapa que, al pensar en cambios en el sistema, nos hemos centrado en modelos gestados y desarrollados en realidades y contextos muy diferentes al nuestro, y éste puede ser –lógicamente– un peligro o, mejor dicho, un riesgo que no se puede obviar. El modelo de FP dual que se está construyendo en Catalunya tiene como referente fundamental el modelo alemán, un ejemplo de éxito a pesar de algún síntoma de debilidad que algunos expertos vislumbraron ya desde hace un tiempo.
A mi modo de ver, lo importante de la creación de un nuevo modelo –y lo que puede, de alguna manera, garantizar en parte su éxito– es que se haga una transferencia inteligente de aquellos aspectos de otros modelos que pueden importarse realmente, teniendo en cuenta la realidad de las empresas, de los centros y del contexto propio.
Y aquí entramos de lleno en aspectos que son clave en la FP dual: el consenso y la implicación de todos los agentes que intervienen. Si de algo se vanaglorian los responsables de modelos europeos de éxito (Alemania, Suiza, Holanda, por poner algunos ejemplos conocidos) es del consenso existente en el sistema, empezando por el diseño, pasando por las adaptaciones constantes a las necesidades del mercado laboral y finalizando en la capitalización del mismo. Lo mismo sucede cuando se refieren a la implicación: por parte de las empresas apostando por la inversión que representa la formación de sus futuros trabajadores; por parte de los centros que ceden parte del protagonismo como entidades formadoras, y por parte de los agentes sociales y administraciones competentes facilitando todo el proceso.
En nuestro país deberíamos ser todos un poco más generosos e implicados, intentando trabajar colaborativamente por un proyecto común, cediendo pro- tagonismo y tomando conciencia que, a veces, hay que renunciar a los objetivos individuales por el bien del objetivo común, en este caso la mejora de la empleabilidad de nuestros y nuestras jóvenes y la competitividad de las empresas.