Depender de nosotros mismos o de la huelga
Que la huelga convocada por el sindicato de futbolistas no sea un pretexto para estropearnos una temporada felizmente encarrilada. Eso es lo que me preocupa un día antes del martes histórico en que, para bien o para mal, se decidirá si el Barça jugará la final de la Champions. Que la organice la UEFA es, aunque parezca mentira, una garantía: no podrá ser saboteada por los organismos atávicos y los ejecutivos neopatibularios que gobiernan el sector. Aunque Piqué, Xavi e Iniesta hayan dado apoyo presencial a la convocatoria y que sus reivindicaciones sean justas y legítimas, me siento como el conseller Joan Saura cuando, con bermudas y dispuesto a irse de vacaciones, llegó al aeropuerto de El Prat el día que los huelguistas habían ocupado las pistas.
Estropear una competición en el momento del desenlace tendrá, seguro, una enorme trascendencia mediática. Pero, para el usuario del fútbol, es una auténtica putada. Yo entendería que decidieran no empezar la próxima temporada como medida de presión. Y me parecería bien. Pero que alguien sabotee el proyector del cine cuando falta poco para saber si ganarán los buenos o los malos de la película o si los enamorados se casarán me provoca un inestable sentimiento de impotencia. En otro país, interpretaría la amenaza como un gesto de presión fácilmente convertible en negociación. Pero España siempre supera los límites imaginables en materia de expectativas delirantes. Precisamente este año, cuando al Barça le ha tocado vivir situaciones jurídicamente insólitas, tengo derecho a sospechar que al final quizás tendrán razón los que afirman que existe una confabulación cósmica para fastidiarnos las alegrías que, a pesar de todo, el equipo ha conseguido proporcionarnos (la última, ganar a la Real Sociedad y convertir este partido en el instrumento perfecto para no obsesionarse excesivamente con la eliminatoria de mañana). Son, es cierto, alegrías inacabadas, que falta rematar, pero que, hasta ahora, tienen buena pinta.
La convocatoria de huelga también interfiere en una verdad empíricamente vulnerable y discutible: que el Barça sólo depende de si mismo. Es una de estas frases que suenan bien y que puedes pronunciar en una sobremesa sin ofender demasiado a tus cuñados. Pero, en la intimidad, intentad recordar momentos en los que el Barça dependía de si mismo y todo acabó en catástrofe. (Pausa dramática.) El último partido de Liga de la era Martino, cuando perdimos contra el Atlético de Madrid y fuimos incapaces de reclamar un gol injustamente anulado de Messi, dependíamos de nosotros mismos. O, hace décadas, en la final de Sevilla de 1986, con aquel viaje de vuelta en tren, indignamente apedreados por la afición, siempre pintoresca, del Valencia, acabábamos de depender de nosotros mismos. Y ahora que parecía que habíamos recuperado la autoestima y la vergüenza, ahora que jugábamos como un equipo y habíamos asimilado la presión de la responsabilidad como un estímulo y una motivación competitiva, aparece este portavoz inquietante de la AFE y, con el ademán del cirujano acostumbrado a dar malas noticias, nos confirma que ya no dependemos de nosotros mismos. Dependemos de personajes siniestros de una aristocracia futbolística que, incomprensiblemente, el Barça ha contribuido a mantener (el fútbol español es como la política internacional: las primeras potencias son responsables de crear los monstruos que después nos hacen la vida imposible).
Aprovecho para suplicar humildemente al sindicato que se replantee su convocatoria
El desenlace de la temporada se nos había puesto de cara. Lucía un sol veraniego, el Madrid empataba, el Bayern perdía y ponía en duda algunas de las convicciones que había jurado no traicionar, Vermaelen volvía a entrenar y, de repente, los guionistas de nuestro destino se han sacado de la manga esta interferencia sospechosa en forma de alteración de las expectativas. En una serie de televisión, este elemento sería bienvenido porque aportaría más intriga y giros argumentales prometedores. Pero, en principio, la vida debería ser diferente a una serie. Por eso aprovecho esta página para, humildemente, suplicar al sindicato que se replantee su convocatoria. Que la posponga hasta al inicio de la próxima temporada. Que nos deje disfrutar de un momento excepcional que tiene el aliciente de hacernos partícipes y protagonistas de las mejores incógnitas futbolísticas posibles.