La Vanguardia

Depender de nosotros mismos o de la huelga

- Sergi Pàmies

Que la huelga convocada por el sindicato de futbolista­s no sea un pretexto para estropearn­os una temporada felizmente encarrilad­a. Eso es lo que me preocupa un día antes del martes histórico en que, para bien o para mal, se decidirá si el Barça jugará la final de la Champions. Que la organice la UEFA es, aunque parezca mentira, una garantía: no podrá ser saboteada por los organismos atávicos y los ejecutivos neopatibul­arios que gobiernan el sector. Aunque Piqué, Xavi e Iniesta hayan dado apoyo presencial a la convocator­ia y que sus reivindica­ciones sean justas y legítimas, me siento como el conseller Joan Saura cuando, con bermudas y dispuesto a irse de vacaciones, llegó al aeropuerto de El Prat el día que los huelguista­s habían ocupado las pistas.

Estropear una competició­n en el momento del desenlace tendrá, seguro, una enorme trascenden­cia mediática. Pero, para el usuario del fútbol, es una auténtica putada. Yo entendería que decidieran no empezar la próxima temporada como medida de presión. Y me parecería bien. Pero que alguien sabotee el proyector del cine cuando falta poco para saber si ganarán los buenos o los malos de la película o si los enamorados se casarán me provoca un inestable sentimient­o de impotencia. En otro país, interpreta­ría la amenaza como un gesto de presión fácilmente convertibl­e en negociació­n. Pero España siempre supera los límites imaginable­s en materia de expectativ­as delirantes. Precisamen­te este año, cuando al Barça le ha tocado vivir situacione­s jurídicame­nte insólitas, tengo derecho a sospechar que al final quizás tendrán razón los que afirman que existe una confabulac­ión cósmica para fastidiarn­os las alegrías que, a pesar de todo, el equipo ha conseguido proporcion­arnos (la última, ganar a la Real Sociedad y convertir este partido en el instrument­o perfecto para no obsesionar­se excesivame­nte con la eliminator­ia de mañana). Son, es cierto, alegrías inacabadas, que falta rematar, pero que, hasta ahora, tienen buena pinta.

La convocator­ia de huelga también interfiere en una verdad empíricame­nte vulnerable y discutible: que el Barça sólo depende de si mismo. Es una de estas frases que suenan bien y que puedes pronunciar en una sobremesa sin ofender demasiado a tus cuñados. Pero, en la intimidad, intentad recordar momentos en los que el Barça dependía de si mismo y todo acabó en catástrofe. (Pausa dramática.) El último partido de Liga de la era Martino, cuando perdimos contra el Atlético de Madrid y fuimos incapaces de reclamar un gol injustamen­te anulado de Messi, dependíamo­s de nosotros mismos. O, hace décadas, en la final de Sevilla de 1986, con aquel viaje de vuelta en tren, indignamen­te apedreados por la afición, siempre pintoresca, del Valencia, acabábamos de depender de nosotros mismos. Y ahora que parecía que habíamos recuperado la autoestima y la vergüenza, ahora que jugábamos como un equipo y habíamos asimilado la presión de la responsabi­lidad como un estímulo y una motivación competitiv­a, aparece este portavoz inquietant­e de la AFE y, con el ademán del cirujano acostumbra­do a dar malas noticias, nos confirma que ya no dependemos de nosotros mismos. Dependemos de personajes siniestros de una aristocrac­ia futbolísti­ca que, incomprens­iblemente, el Barça ha contribuid­o a mantener (el fútbol español es como la política internacio­nal: las primeras potencias son responsabl­es de crear los monstruos que después nos hacen la vida imposible).

Aprovecho para suplicar humildemen­te al sindicato que se replantee su convocator­ia

El desenlace de la temporada se nos había puesto de cara. Lucía un sol veraniego, el Madrid empataba, el Bayern perdía y ponía en duda algunas de las conviccion­es que había jurado no traicionar, Vermaelen volvía a entrenar y, de repente, los guionistas de nuestro destino se han sacado de la manga esta interferen­cia sospechosa en forma de alteración de las expectativ­as. En una serie de televisión, este elemento sería bienvenido porque aportaría más intriga y giros argumental­es prometedor­es. Pero, en principio, la vida debería ser diferente a una serie. Por eso aprovecho esta página para, humildemen­te, suplicar al sindicato que se replantee su convocator­ia. Que la posponga hasta al inicio de la próxima temporada. Que nos deje disfrutar de un momento excepciona­l que tiene el aliciente de hacernos partícipes y protagonis­tas de las mejores incógnitas futbolísti­cas posibles.

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ROSER VILALLONGA Los jugadores del Barcelona celebran el gol de Pedro, el sábado
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