Teorías conspirativas
Las teorías conspirativas son siempre mucho más atractivas que las explicaciones oficiales. Holly Hunter mantiene la siguiente conversación con William Hurt en Al filo de la noticia: “¿Sabes lo que detesto? Que los periodistas de la Casa Blanca discuten tras las ruedas de prensa. Uno suelta una teoría. Y al día siguiente otro la publica citando fuentes de la Casa Blanca”. Lo que equivale a decir que a menudo las comidillas en los aledaños del poder permiten construir alambicadas conjeturas. Ciertamente, el caso Watergate, por ejemplo, se destapó gracias a esos cabos sueltos que una fuente dejó en manos de dos periodistas de Washington, pero no es menos cierto que en los últimos años un buen puñado de historias premiadas en Estados Unidos han acabado siendo meras fabulaciones.
En las últimas horas, todo un ganador de un premio Pulitzer, Seymour Hersh, ha escrito un sorprendente artículo en el que asegura que Bin Laden no murió en un tiroteo con soldados estadounidenses. Según Hersh, Barack Obama mintió y la foto del presidente, junto a su secretaria de Estado y sus asesores siguiendo el asalto, es un montaje. El terrorista fue detenido por los servicios de inteligencia de Pakistán en el 2006, revelado su paradero por un exoficial a cambio de 25 millones, y finalmente capturado sin ningún tiroteo. Hersh ni siquiera acepta que fuera sepultado en el mar, sino que sus restos fueron arrojados en las montañas de Hindu Kush. ¿Su fuente? Un alto funcionario estadounidense. ¿Tiene más crédito que Phil Bronstein, que entrevistó en Esquire al soldado que disparó a Bin Laden? ¿O que el National Geographic, que reconstruyó la operación Gerónimo? No, pero las teorías conspirativas tienen encanto. Y seguidores.