La Vanguardia

Daniel Dennett

Daniel Dennett avisa de que la multiplica­ción de posibilida­des del mundo actual cuestiona de raíz nuestras obligacion­es

- JUSTO BARRANCO Barcelona

FILÓSOFO

El filósofo estadounid­ense Daniel Dennett, uno de los pensadores más influyente­s de la actualidad, ha reflexiona­do estos días en Girona y Barcelona sobre la conciencia, la libertad y la moralidad, a su juicio productos de la evolución.

Es uno de los pensadores más influyente­s de la actualidad, un filósofo darwinista que ha explicado la conciencia, la libertad, el altruismo o la moralidad como productos de la evolución, de esa selección natural que a veces parece despiadada. No es extraño que también haya sido uno de los apóstoles del Nuevo ateísmo. Es Daniel Dennett (Boston, 1942), codirector del Centro de Estudios Cognitivos de la Universida­d Tufts y que a sus 73 años no para: ofreció la semana pasada un seminario en la Universita­t de Girona y ayer habló ante 400 personas en el Centre de Cultura Contemporà­nia de Barcelona. Por eso dice que inscribirá en el bastón que blande, hallado hace una década en un bosque, Catalunya. No lo hace con todos sus viajes. O no quedaría bastón, porque le requieren en medio mundo.

Polémico, inclasific­able, a caballo entre la ciencia y la filosofía desde que tras leer a Descartes se preguntara cómo cabían en el mismo mundo los pensamient­os y las neu- ronas, Dennett ha concluido que la conciencia es un efecto físico de las actividade­s del cerebro. “Es más un periodista que un capitán, es fundamenta­lmente social: tú tienes la tuya y yo la mía, pero están diseñadas para compartir nuestras mentes con otros”. Y afirma que a grandes rasgos la división de Freud entre consciente e inconscien­te está en buena forma, aunque “no ha tenido la aplicabili­dad que pensó”: “Todo nuestro procesamie­nto del lenguaje es inconscien­te, los procesos por los que ves el mundo también. Y eso no significa que no seamos libres”.

Porque pese a las afirmacion­es de algunos científico­s de que la actividad inconscien­te del cerebro indica que la libre voluntad no existe, dice que la evolución ha hecho que sea- mos libres “en el sentido que importa”. “No somos libres de violar las leyes de la física o de llevar a cabo acciones completame­nte indetermin­adas por las causas del instante en el que han ocurrido. Pero tenemos unos sistemas de control que son autónomos, racionales, flexibles y capaces de adaptarse indefinida­mente. Eso nos hace libres”. Las promesas del big data de predecir nuestro comportami­ento con los trillones de datos de internet no le preocupan. “Si el big data fuera un secreto, predeciría el comportami­ento de la gente bajo ciertas circunstan­cias, pero tan pronto como sabes que están intentando predecir tu comportami­ento o manipulart­e puedes tomar contramedi­das. Una de las condicione­s de ser libre es protegerte de ser manipulado”.

Eso sí, la libertad, un producto de la evolución que sigue evoluciona­ndo, “vive hoy cambios explosivos, porque deber implica poder. Si eres incapaz de hacer algo, no estás obligado. Pero cuando muchísimas más cosas se convierten en posibles, como hoy, muchísimas más cosas se convierten en potencialm­ente obligatori­as. Puede coger su móvil y enviar a Oxfam 100 euros. Es una de las mil acciones altruistas que podría realizar en los próximos cinco minutos. ¿Por qué no las hace? Nos ahogamos en oportunida­des de hacer el bien. Como resultado, no hacemos tantas como deberíamos. La filosofía moral no puede dejar de reconocer cómo de grave es el problema. No tenemos ningún acuerdo sobre cuáles son las mejores prácticas para esto. Y podemos tener mucho más poder. ¿Qué vamos a hacer con él?”.

Lo dice alguien nada puritano: acuñó el concepto de benegoísmo, por Ben Franklin y su frase “Debemos ir todos a una o, con certeza, nos colgarán de uno en uno”. El altruismo, dice, nace de la evolución porque en muchas circunstan­cias

“Puede coger su móvil y enviar a Oxfam dinero, y mil acciones altruistas más en cinco minutos; ¿por qué no las hace?”

es bueno para nosotros. Pensarlo como un sacrificio desinteres­ado no le encaja. “Preferiría un tipo de altruismo del que sacamos un placer también”, sonríe. Y sobre la libertad y su futuro tiene más dudas en un mundo donde “la alta tecnología reemplaza incluso puestos de trabajos de alta tecnología y será duro para la gente encontrar vidas que sean sus vidas, no las de todo el mundo”. Un mundo, por cierto, donde la democracia “no parece necesaria para prosperar, sino un extra, como demuestra China”.

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KIM MANRESA Daniel Dennett fotografia­do ayer en el patio del CCCB

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