Controles y controles
En La Sexta noticias de este domingo pusieron, como casi todos los días, unas escandalosas grabaciones de los tratos entre políticos y empresarios de la Comunidad Valenciana. Cada grabación que sale es algo peor que la anterior, aunque pocas superan el recuento de billetes que, según parece, hizo el hasta ahora honorable señor Rus, alcalde de Xàtiva. A mi lado un espectador clamaba indignado: “Lo que es una vergüenza es que esos tipos sigan en libertad y en su cargos”. Tuve la tentación de decirle que en un Estado de derecho no se mete a la gente en la cárcel así como así, pero callé, porque si ese hombre no tenía la razón jurídica, sí tenía la razón emocional. Lo escuchado no era la conversación de gente decente: tenía todos los ingredientes no sólo de los habituales delitos de cohecho y apropiación indebida, sino de una actitud mafiosa.
Pasados unos minutos, el mismo programa contó la historia de un pobre niño, también español, aquejado de una grave minusvalía. El reportaje mostró sus dificultades para moverse, para comer y para llevar una vida autónoma. Sin embargo, la autoridad competente le hizo un examen y llegó a la conclusión contraria: no es preciso darle ninguna ayuda económica ni personal, porque el niño se puede valer por sí mismo. Se le aplicó la normativa con todo rigor. Nadie puede decir que nuestros poderes públicos administran nuestros recursos con prodigalidad. Cuando se proponen o les mandan ser austeros, son austeros hasta rozar la falta de humanidad.
Tengo la impresión de que esta última noticia la he visto varias veces. No del mismo niño, pero sí de otros niños y niñas y de ancianos. Debe de ser tan frecuente que ha dejado de ser noticia. Para esos niños y para esos ancianos el Estado asistencial es una fábula que cuentan los ministros también en televisión. Y para este cronista es la imagen cruel de lo que hay que cambiar en este país si se quiere que la gente vuelva a confiar en sus instituciones. Será todo lo legal que se quiera, pero no es lógico que haya tanta dejadez en la vigilancia de los corruptos y se extremen los controles sobre una pobre gente que no pide más que un pequeño auxilio para sobrevivir.