Son Adas Contadas
Tengo al lado a un precioso Schnauzer de cuidado pelaje negro, de los que gastan 200 euros al mes en comida y 50 en peluquería, ligando con la Spaniel Bretón que tira de su amo diez metros más allá. Los perros dejan escapar algún ladrido primaveral, pero no parecen alterarse por las subidas de impuestos que se están prometiendo en el estrado. El amo, cesta de la compra en mano, escucha educadamente, tentado al punto de la cena por los aromas poéticos de crema montada que emanan desde la pastelería Foix e invaden el mitín de Ada Colau bajo los plátanos de la plaça Major de Sarrià.
Ada rehúye el tono mitinero en esta plaza barcelonesa adicta al sentido común y busca el calor de la confidencia. Se dirige a sus fieles con la verdad de quien sabe descubrirla, como quien avisa de la calidad del pescado a una vieja conocida en la cola del mercado. “No se fíe de las encuestas esas que un día me dan la alcaldía y otro me la quitan”, viene a decir. Su equipo de señoras maduras, proactivas y motivadas, mayoría entre los 200 asistentes, asiente y aplaude. Lo importante –añade– no es si esas encuestas se equivocan o no, sino que demuestran que las campañas que solo añadían palabras gastadas cuando ya todo el pescado estaba vendido y repartido por unos pocos se han acabado. “Ahora todo vuelve a estar en nuestras manos”.
El Schnauzer, la Spaniel y un servidor asienten, porque temían que Colau, activista vestida de superheroína antideshaucio como cuando reventaba mítines, iba a anunciar que el Mobile World se iba a Hong-Kong o, peor aún, a Madrid; y a anunciar la instauración del sistema monetario barcelonés, dejándonos en nuestra ciudad como los cubanos en La Habana, con el peso no convertible que les deja fuera de sus propios hoteles. Pero se ve que alguien con sentido común le ha desaconsejado la ocurrencia y la alcaldable Colau en Sarrià se limita a reivindicar Collserola sin parkings masivos, las bicicletas, menos ruido y humos y que ningún anciano se vea obligado a gastar menos en el súper que el Spaniel. Así que nos vamos a cenar tranquilos y apreciando más los pocos euros que quedan en el bolsillo.