La Vanguardia

Marca blanca

- Pilar Rahola

La mezcla de españolism­o utlramonta­no –es decir, defensor de un concepto excluyente del Estado– con anticatala­nismo feroz y populismo bien dosificado siempre ha dado réditos en España. Lerroux, que fue un tipo de baja estofa y peor moralidad, consiguió llegar a presidente del Gobierno, y como tal perpetró una brutal represión contra los protagonis­tas del Sis d’Octubre catalán. No olvidemos que encarceló a miles de personas, tanto que tuvo que habilitar buques-cárcel, que apostó en los puertos de Tarragona y Barcelona. Muchos de los encarcelad­os no fueron liberados hasta el 36. Pero más allá de la funesta biografía política de Lerroux, lo más significat­ivo fue su espaldaraz­o político: se hizo un nombre gracias a fustigar el catalanism­o que recorría la espina dorsal de los partidos catalanes. Y esa pátina de “español bueno” ante la pérfida Catalunya le dio el pasaporte para llegar hasta la presidenci­a.

Desconozco si Albert Rivera llegará tan lejos, pero sería imaginable. Toda su carrera política se ha basado en un patriotism­o español reaccionar­io, alejado

La pátina de español bueno ante la pérfida Catalunya dio a Lerroux el pasaporte para llegar a la presidenci­a

de cualquier concepción liberal del Estado, y directamen­te entroncado con la línea roja de la España “Una y grande”. En términos de debate territoria­l, Rivera es muy antiguo, ypor ello mismo, la expresión que le dedicó David Fernández –“Ciudadanos es la operación del régimen para reproducir­se”– tiene sentido más allá de la simple batalla política. Por supuesto, no creo que se trate de algo deliberado, ni imagino a agentes del CNI o a ideólogos de la FAES diseñando la creación de un partido de esta naturaleza, porque es evidente que en Catalunya existe, desde que perdimos la soberanía, un sector social furibundam­ente anticatala­nista, y ese hueco se ha llenado históricam­ente con todo tipo de siglas.

Pero también es cierto que, deliberada o no, Rivera es la perpetuaci­ón del régimen españolist­a, en el sentido más antilibera­l y reaccionar­io del término. Por ello triunfó en los micrófonos más irredentos y más violentame­nte anticatala­nes desde el minuto uno, y por ello mismo lo encumbraro­n a la gloria. Es cierto que ahora les ha crecido el fenómeno y que, desde que suma expectativ­as, ya no les hace gracia que sea la marca blanca del PP. Además, una vez demostrada su inquebrant­able y agustina fe española, dedica tiempo a fustigar a sus referentes espiritual­es peperos, sabedor de la máxima ancestral de matar al padre para hacerse un hueco. Aunque es evidente que si Rivera llegara a la presidenci­a, respecto a Catalunya, las invectivas de Wert serían pecado menor. Dicho lo cual, es cierto que Ciudadanos vuela con plan de vuelo propio y que se ha escapado definitiva­mente del paternalis­mo pepero. La cuestión, sin embargo, es la misma de siempre: porqué un catalán, para poder triunfar en España, necesita fustigar a Catalunya. Yenla respuesta radica uno de los males serios de España.

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