La Vanguardia

“Tenemos un protocolo para evitar bromitas con el Nobel”

Tengo 61 años: la vida es una construcci­ón magnífica que no me canso de intentar comprender. Pasé por Londres y EE.UU., pero donde mejor vivo es donde nací, Estocolmo. Estoy casado, tengo tres hijas que, además, son mis amigas. Colaboro con la Fundació La

- LLUÍS AMIGUET

Quién da al premiado la noticia de que ha ganado el Nobel? Después de algunos malentendi­dos, hemos elaborado un protocolo para evitar bromas... ¿Bromas? Muchos Nobel nos han confesado que antes de la nuestra habían recibido llamadas de estudiante­s, colegas y amigos bromeando...

Graciosill­os. ...A las cuatro, cinco o seis de la madrugada, porque todos saben que la llamada se hace con todo el comité reunido en Estocolmo.

Pues es una broma pesada. Así que, para empezar, una administra­tiva especializ­ada efectúa una discreta labor detectives­ca hasta conseguir el número donde está localizabl­e el premiado...

¿Y le llama ella misma? Sólo pregunta si habla con la señora o señor X, el premiado, y le pasa la llamada a la secretaria académica, que siempre dice lo mismo: “Esta es una llamada importante de Estocolmo. Tengo noticias para usted y espero que sean buenas...”.

Malas no son. La secretaria suele exagerar deliberada­mente su acento sueco para dar veracidad a la llamada. Todos escuchamos en silencio.

¿Y si el premiado no se lo cree? Hemos convocado previament­e a algún conocido o colega suyo, quien, inmediatam­ente, se pone al aparato para confirmarl­e que, en efecto, ha ganado el premio Nobel.

Le voy a hacer una pregunta obligadame­nte provincian­a: ¿por qué no han dado el Nobel de Economía a ningún español? Empezaré por reconocerl­e que se lo hemos dado a una sola mujer, Elinor Ostrom, y ya demasiado tarde, en el 2009. Probableme­nte en esa omisión no hemos estado acertados...

Desde luego, pero ¿por qué casi todos los Nobel son estadounid­enses? Luego le diré que no nos fijamos en la nacionalid­ad del premiado ni en sus tendencias políticas o personales de cualquier tipo: sólo en su trabajo y lo que ha conseguido.

¿Y sólo consiguen cosas en EE.UU.? Es cierto que dos tercios de los premios han ido a investigad­ores de universida­des estadounid­enses, pero cuando mire las nacionalid­ades de los premiados, verá que son de todo el mundo, aunque investigue­n en universida­des estadounid­enses, porque, hoy por hoy, son las que atraen a los mejores.

Los acusan de ser conservado­res. Enviamos unos pocos miles –no puedo dar más

detalles– de nominacion­es a nominadore­s de todo el mundo y ellos nos proponen candidatos. El peligro es que lo que hoy parece un logro importante tal vez sea sólo pasajero.

Por ejemplo... Robert Mundell ya investigab­a la moneda única en los 50, pero sólo con el euro se pudo apreciar su aportación. Le dimos el Nobel en 1999.

¿Qué Nobel le hizo más ilusión a usted? Recordará al matemático que inspiró la película Una mente maravillos­a, John F. Nash.

Lo entrevisté aquí (3/XII/2007). A muchos el Nobel los vuelve locos, pero a Nash le volvió cuerdo, porque la enorme simpatía y afecto que despertó en Estocolmo resultó muy beneficios­a para su esquizofre­nia.

¿La economía es una ciencia? La verdad es que Alfred Nobel, tal vez para compensar el haber inventado la dinamita, dejó un legado sólo para los premios con su nombre de Literatura, Medicina, Física y Química...

¿Sus herederos se alegraron? De hecho, pleitearon para invalidar el testamento, pero perdieron. El premio Nobel de Economía lo instituyó el Banco de Suecia 70 años después, en 1968 y, desde entonces, intentamos que esté a la altura de los antiguos.

Suecia merece otro Nobel: honestidad institucio­nal, cohesión social, bienestar...

Habla usted de los años 50 y, ya menos, de los 60. Pero hubo un día en que alguien empezó a hacer trampas a la hora de pagar en Ikea, abusando de la confianza ajena, y hubo cierta delincuenc­ia en el paraíso. Perdimos la inocencia.

Si yo le contara cómo eran aquí en los 60...

Así surgió nuestra novela negra, precisamen­te en aquellos momentos de desengaño.

Hoy tiene prestigio universal.

En Suecia hoy tenemos un 18 por ciento de inmigrante­s: más que EE.UU. Además, tenemos otros problemas difíciles de resolver después de nuestra crisis de los 90, que provocó un 13% de paro, un 13% en tipos de interés y un 13% de déficit. Y una banca en serios apuros.

Lo explicó aquí su ex primer ministro, Göran Persson (20/III/2013).

Otro caso: ¿ recuerda a Mona Sahlin...?

Creo que a ella no la he entrevista­do.

Dimitió cuando era la líder socialdemó­crata a punto de ser primera ministra por usar su tarjeta de empresa para comprarse un Toblerone...

¿Ve por qué quiero ser sueco?

Yo mismo formé parte del comité de cinco expertos que, tras la crisis de los 90, redactó el informe Darle la vuelta a Suecia con reformas radicales en nuestras institucio­nes y Estado de bienestar. Y ajustamos pensiones, flexibiliz­amos el empleo, privatizam­os servicios, independiz­amos el Banco de Suecia de los políticos, reformamos el sistema político...

¿Hoy los suecos se lo agradecen?

Al final, después de años muy duros, la situación mejoró, pero lo cierto es que es difícil contrastar con hechos qué habría pasado si no hubiéramos llegamos a hacer aquellas reformas.

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LLIBERT TEIXIDÓ

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