Regateos europeos
En “Primaveras marchitas” (25/IV/2015) hacía un balance de las primaveras árabes y, en particular, de dos derivas perversas: el repliegue autoritario, encarnado en Egipto por el mariscal Al Sisi, y el surgimiento de estados fallidos, como es el caso paradigmático de Libia, con dos gobiernos rivales y el yihadismo campando a sus anchas. Este vacío está siendo utilizado por el Estado Islámico (EI) para asentar en la costa de Tripolitania su principal base de operaciones fuera de Siria e Iraq. Desde esta zona, con la complicidad de las mafias locales que trafican con seres humanos, el yihadismo está activando la bomba migratoria para desestabilizar el sur de Europa (es en la costa de Libia donde se concentra la mayor parte de las salidas de inmigrantes desde el norte de África).
En este contexto, la Unión Europea decidió primero reforzar los dispositivos de vigilancia y ahora ha anunciado la puesta en marcha de una misión militar destinada a identificar, requisar e inutilizar las embarcaciones que usan los traficantes para trasladar a los inmigrantes desde Libia hasta las costas europeas. La operación, para la que necesita el aval de la ONU, se iniciará a finales de junio. Paralelamente, la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa una propuesta de reparto de cuotas de refugiados entre los países de la UE en función de su riqueza, índice de paro y número de personas que ya acogen.
La propuesta, en teoría, no afecta a los inmigrantes económicos, sino a los refugiados que presentan demandas de asilo, pese a que en la práctica el estatus de muchas de estas personas se confunde, al solaparse la pobreza con la inestabilidad política de sus países de origen. El martes pasado, al término de una reunión con Angela Merkel en Berlín, François Hollande se mostró contrario a esta política de cuotas que Alemania defiende: Francia debería asumir una cuota del 14,17% del total comunitario, situada por encima del actual flujo de demandas de asilo que gestiona (10%), mientras que Alemania acogería el 18,42%, un porcentaje superior al francés, pero muy inferior al que absorbe ahora (32,4% del total de la UE). España también rechaza esa propuesta de cuotas: en el 2014 recibió menos del 1% de solici- tudes de asilo del total comunitario y ahora, con el nuevo sistema, le tocaría el 9,1%. Se ha iniciado, en todo caso, una política de regateo de cuotas con vistas a la reunión de ministros de Interior de la UE del próximo 15 de junio.
Mientras tanto, la imagen resultante no puede resultar más patética: los países europeos se hallan inmersos en una negociación de cuotas de refugiados como si de cuotas lecheras, de pesca o de agricultura se tratase. Regateo y regate corto: los gobernantes de turno actúan por simple tacticismo, presos del repliegue de una opinión pública que abona las respuestas populistas que han ganado terreno en este ciclo de crisis. Porque es patético ver, como ha escrito Jacques Attali ( L’Express, 22/IV/2015), “a millares de personas, hombres, mujeres y niños, que arriesgan su vida, y a menudo la pierden, dejando sus países, donde tienen miedo, para alcanzar Europa, en la que sueñan, con embarcaciones de fortuna, barcos suicidas lanzados a través del Mediterráneo, sin que ningún dirigente europeo se tome este problema en serio”. Se trata de aquella “globalización de la indiferencia”, que denunció el papa Francisco en Lampedusa, que hace que esta ola migratoria se interprete en clave de amenaza y no de tragedia. Desde esta óptica, Attali, retomando una polémica sentencia de un ex primer ministro francés (Michel Rocard), aboga por “saber acoger nuestra parte de la miseria del mundo para ver surgir de ella nuestra élite futura”.
Sin embargo, como constata también este analista, no es por el momento el caso. Mientras asistimos a esta llegada masiva de inmigrantes, algunos de los hijos de la inmigración –jóvenes europeos de confesión musulmana– toman el camino inverso: dejan el Viejo Continente para emprender un viaje iniciático hacia un islam idealizado y poner en riesgo sus vidas en Siria e Iraq. En Francia, según datos del Ministerio del Interior, se contabilizan 1.683 personas enroladas en las redes yihadistas, 457 combatientes, 105 muertos y 213 personas que han regresado al país. En este cruce trágico de trayectos humanos –la ola de inmigrantes que intenta llegar a El Dorado europeo y estos hijos de la inmigración que desertan del ideal occidental– la política democrática, la vieja y la nueva, de derechas y de izquierdas, es incapaz de ofrecer un proyecto de vida en común en una Europa que, como dijo André Malraux de Francia, sólo es ella misma cuando es portadora de una parte de la esperanza del mundo.
Más temprano que tarde Europa deberá responder a una pregunta: ¿Quiere ser un museo o un laboratorio? ¿Un coto que preservar, un proyecto ensimismado y embalsamado, o un continente capaz de restaurar el ideal de sus padres fundadores, socialdemócratas y democristianos, y proponer para el siglo XXI nuevas formas
La UE se halla inmersa en una negociación de cuotas de refugiados como si de cuotas lecheras se tratase
de gobernarse, de integrarse entre sí y de relacionarse con el resto del mundo? Este concepto de Europa laboratorio, como escribió Moisés Naím, no se refiere tanto a su innegable potencial cultural, científico e industrial como “a su capacidad para experimentar con nuevas formas de gobierno; con nuevas instituciones, políticas públicas y reglas de conducta”.
La primera de estas reglas exige acabar con l a actual subasta de cuotas de refugiados y situar la preocupación por el otro en el corazón de la política europea... También en España que, en el siglo pasado, vio cómo muchos de sus hijos tuvieron que tomar primero el camino del exilio y después el de la emigración económica. No sé si esas cuestiones debían haber sido debatidas en la campaña electoral que ahora se cierra, pero en algún momento tendremos que hacerlo. Hace tiempo que monologamos, que no dialogamos, con el resultado de una ausencia de ideas y una sobredosis de descalificaciones. Un mal que ha contagiado también a los pregoneros y pregoneras de la nueva política.