Palo cortado
Entre el día lluvioso y esa manía de destaparse una los pies antes de tiempo, era imposible encontrar mejor plan para el martes, al caer la tarde, que acurrucarse en una de las butacas de los cines Texas. Fue una sesión sin palomitas, tal vez para no ofender las sensibles narices de los espectadores, que eran enólogos, bodegueros y apasionados del vino dispuestos a disfrutar en el estreno de El misterio del palo cortado, la película dirigida por José Luis López Linares.
Absorta en la pantalla, una hubiera sido capaz de dejarse llevar a cualquier lugar y a cualquier tiempo y hasta de recuperar la sesión continua, con tal de no levantarse del sitio. Y, entregada, viajó al paisaje de los vinos de Jerez, donde se elabora esa joya llamada palo cortado. Había bodegueros y expertos, sabios enólogos y sibaritas que querían sumergirse en un mundo conocido. Y algu- no, como una servidora, que se conformaba con entender un poquito mejor lo que oculta esa reliquia que, dicen, aúna la delicadeza y finura en nariz de un amontillado con la estructura y la redondez de un oloroso. Un relato tejido con los testimonios de antiguos capataces y empleados de las bodegas –un hombre contaba con gracia lo mucho que se llegaba a beber antaño, en el transcurso de una jornada laboral– o las confesiones, desde la nostalgia, de quienes conocieron los años de esplendor del vino de Jerez. Interesantes testimonios de bodegueros, de sumilleres, de periodistas o de cocineros tan reconocidos como David Muñoz o Andoni Luis Aduriz, que reivindicaban la magia de este vino e invitaban al comensal a perder el miedo a beber algo que no conoce y teme no entender tal como se atreve a probar nuevos platos. El palo cortado, dicen, no se elabora, sino que sucede. Todo un misterio.