La suerte de tener 23 años y 200 millones Se levanta a las doce, lleva 500 euros en el bolsillo y su capricho más caro ha sido un Aston Martin DB9
A Luis Rodríguez-Toubes Rosselló no le gusta que le llamen Luisito. Cumplirá 24 años en junio y hace tiempo que vuela libre. Pese a llevar tres años acaparando titulares en los medios de comunicación mallorquines, esta semana saltaba a la palestra nacional cuando el programa Espejo público (Antena 3) desvelaba su historia de presuntas estafas para amasar una gran fortuna. Y hay que recalcar lo de presuntas porque de las cinco denuncias que este joven acumulaba en diversos juzgados tan sólo una sigue su curso, mientras que las otras cuatro han sido archivadas y consideradas denuncias falsas.
Nacido en el seno de una de las familias con mejores contactos de Mallorca, es de las pocas personas que pueden presumir de tener fotos donde el rey Felipe VI le da un baño cuando era un niño o de codearse de tú a tú con los Grimaldi cada vez que viaja a SaintTropez en sus vacaciones de verano. “Me tienen envidia”, asegura cuando le pregunto por qué el matrimonio Ferrando le cedió 17 fincas ante notario, valoradas en 39 millones de euros, y luego lo denunciaron por estafa. “No tenían hijos y supongo que se enca- riñaron conmigo”, insiste frío pero convencido de que el próximo mes de noviembre la Audiencia de Palma zanjará definitivamente su última causa con la justicia. Insiste en recalcar que tiene los mejores abogados de España, el bufete Ayala-Oliva, que representó a los mismísmos Albertos y cree que “si no fuese rico, noble y guapo” no habría tenido que pasar por tres años de peleas en los tribunales, con varias detenciones incluidas.
Luis Toubes tiene mucho de personaje. Viste y habla como se espera de él: con educación y elegancia, pero con un aire de esnobismo que perturba al españolito medio. “Me levanto a las doce y me dedico a hacer mis cosas…”, dice sin sonrojarse y sabedor de que su fortuna le permitirá vivir desahogadamente el resto de su vida. Dice ser feliz pero admite que muchos se acercan a él por interés. Por eso sigue buscando su sitio en la vida, cambiando de ciudad para intentar empezar de cero, para dejar de ser Luisito y pasar a ser Luis.
Va poco por su casa natal en Llucmajor (Mallorca). Pero es normal su desapego porque ha vivido alejado de sus padres desde que tiene uso de razón. Con sólo ocho años ya fue enviado al colegio Británico de Madrid, para irse con 14 a los exclusivos internados del Shiplake College y al Eton College en Inglaterra, cuya estancia supera los 4.000 euros al mes. Residió en Londres, en Madrid y ahora en Barcelona. “Vivo en Pedralbes y tengo un piso en Ganduxer”, explica mientras se hace una selfie en pleno corte de pelo y pide consejo a un amigo que acaba de conocer por WhatsApp.
“Suelo llevar 500 euros en el bolsillo para los gastos del día y pago siempre con American Express”. No le ruboriza hablar del ritmo de vida que lleva y confiesa que su capricho más caro es un Aston Martin DB9 valorado en unos 200.000 euros. Luis Toubes disfruta de la vida que le ha tocado vivir sin preocuparse demasiado por lo que ocurre a su alrededor: Cuando le pregunto, no sin cierta mala intención, si votaría a Podemos responde con un divertido “ni de coña”, para asegurar: “Paso de la política, no votaría a ninguno, los políticos me dan asco”.
Pero no sólo nuestros gobernantes. Luis está más que escarmentado de muchos de los nobles españoles que “sólo tienen eso, el título, porque luego, a la hora de la verdad, están muertos de hambre”. Por eso está convencido de que le acusaron falsamente de robar joyas o timar a algunas muje- res de la aristocracia madrileña como Mercedes Llop de Villalonga o Victoria Caro, hija del VI marqués de Bérriz: “Para aprovecharse de mi fortuna”.
El joven Luisito siempre ha llamado la atención en su pueblo natal, donde algunos vecinos comentan que “paseaba todo el día con una sombrilla para que no le diese el sol”. En un municipio de 34.000 habitantes es difícil pasar desapercibido si perteneces a la estirpe Rodríguez-Toubes. Su estrechísima amistad con la familia real, su elevado patrimonio y sus lazos familiares cargados de títulos nobiliarios marcaron la infancia de este joven que muchos definen como excéntrico, encandilador, raro o perspicaz. Desde niño ha frecuentado los ambientes más selectos cuando estaba en la isla y presume de los títulos familiares que heredará en un futuro: “Mis tíos por parte de padres son el conde de Torata, el marqués de San Feliz y el marqués de Valdeterrazo”.
“Te lo digo para que se aclare que soy un chico de una buena posición y de buena familia”. Y es que a Luis Toubes le importa que la gente sepa que por sus venas corre sangre noble. Quizás por eso se molesta cuando le advierto que titularé este perfil haciendo alusión al pequeño Nicolás. “Pues sí que me molesta porque no tenemos nada que ver. Él es de clase baja, universitario, friki de la política, pobre, feo, le encanta asistir a discotecas y además es más joven que yo. No tiene ninguna similitud”. Yo insisto en compararlos ya que “ambos os habéis abierto camino en un mundo de adultos, se os ha acusado de delitos graves y por el momento habéis salido indemnes”. Pero zanja la cuestión diciendo: “Espero que no me compares con él y menos físicamente”.
Le importa su físico y su imagen. Al menos la que proyecta. Se gasta sueldos enteros de un mileurista en una tarde de compras, cuida su pelo y su piel, y me asegura que va a retomar el gimnasio en breve. Su 1,84 y su cara de niño bueno, incapaz de haber roto un plato, le hacen tener bastante éxito en el amor aunque ahora confiesa que está solo. “Nunca he estado con alguien por su dinero o su clase social, me fijo en lo de dentro”, aunque no encuentro en su listado de exparejas a nadie sin cierto pedigrí.
Tiene pocos buenos amigos. Algunos en el Reino Unido que conserva del internado, un puñado en Madrid y pocos recién hallados en Barcelona. Luis habla de su dinero sin acritud, con la inocencia del niño que ha crecido entre algodones y el desencanto del adulto que empieza a entender que ser millonario no lo es todo. Busca algo que dé sentido a su vida resuelta y se abre a bocajarro al primer desconocido que no lo juzga por su fachada de mármol de Carrara, sino por su intento de dejar atrás a Luisito para ser simplemente Luis.