CALIFORNIA SE QUEDA SIN AGUA
Nadie considera que esta sequía sea el final del estado del oro, pero sí atisban la necesidad de reinventarse para estar más acorde con su territorio
La pertinaz sequía está llevando al límite la economía californiana, que ha impuesto el racionamiento.
La ruta de la sequía arranca en el dowtown de Los Ángeles. El trayecto sigue el mapa trazado por Mark Arax. Este reportero y escritor, con base en Fresno, ha estudiado en profundidad la guerra del agua en el estado del oro. Elaboró un dictamen: “Esto acostumbraba a ser una cuestión de agricultores contra proteccionistas de los peces en el Delta, y ahora se trata de los urbanitas contra la almendra”.
Al preguntarle por la perenne crisis actual, que ha llevado a tomar medidas drásticas de ahorro en el consumo, Arax responde:
–¿Qué quieres, hacer el típico reportaje? –¿...? “La gente vive en un estado de negación de la sequía. Por su conducta –añade–, rechaza que nos hallemos en medio de un largo periodo de aridez Te aconsejo que visites Beverly Hills, y mires las casas, y que luego te desplaces al norte, a Bakersfield, a visitar las plantaciones frutales”.
Así que en marcha, bajo el sol plomizo de primera hora de la tarde y a la espera de la gran tormenta de Alaska, como la denominan. Ya es casualidad viajar a California con el propósito de palpar un secarral de cuatro años, y que se avecine una borrasca.
Hoy y ahora, en el cielo azul no se atisba ni una nube. De los edificios altos del centro de la ciudad a las mansiones de los multimillonarios a la vera de Hollywood.
No debe ir mal encaminado Arax en su diagnóstico cuando el gobernador Jerry Brown se ha visto obligado a imponer un recorte del gasto del preciado líquido de un 25% en las zonas urbanas. A las ciudades y agencias de comercialización del agua –hay unas 400 en California– que más distribuyen, el organismo regulador estatal les requiere un 36%.
Esto es California, la séptima economía del mundo. Esto es la meca del cine, la cuna de Disneyland, de la inteligencia tecnológica de Silicon Valley, de la industria aeroespacial, de los audaces buscadores de metales preciosos, del granero de EE.UU. (producen un tercio de los vegetales y dos de la fruta). Unos 424.758 km2 que atraen a miles en busca de cumplir sus sueños o disfrutar de la belleza. Todo eso, y más, se enfrenta a la amenaza de un nuevo capítulo de persistente sequía.
La presidenta del organismo regulador estatal, Felicia Marcus, sostiene que “nos encontramos en una situación de emergencia colectiva”. En conversación telefónica –su sede está en Sacramento, la capital–, Marcus subraya que es “muy dramático” .
“Creo que los residentes perciben que esto es muy serio, las encuestas lo indican. Pero en las zonas urbanas no entienden que también les puede afectar. Aún no parecen comprender que deben ahorrar mucha más agua”.
Al gobernador Jerry Brown, hijo del gobernador Pat Brown que hace medio siglo realizó la transformación del desierto en un pasto de acogida, no le ha quedado otro remedio que actuar.
Aconsejó que, en el 2014, había que preservar un 20% y los ciudadanos sólo se moderaron en un 8,6%. Pero este marzo se llegó al paroxismo. El recorte no superó el 3,6% entre los hogares y los negocios si se compara con el mismo mes del 2013, con el agravante de que esta primavera, en la Sierra Nevada, falta la mitad final de su nombre. No hay nada que se derrita y alimente los ríos.
Por lo tanto, mano dura. Hasta 10.000 dólares de multa.
A Mark Arax le chirría, sin embargo, el término medidas de ahorro. “Se continúa cultivando igual y no ha habido moratoria en la construcción, ni de casas, ni de piscinas”, critica con amargura.
Detrás de una verja en una de las residencias de Beverly Hills, una joven le pega un manguerazo a un Porsche negro. En otra, un hispano riega un jardín. “Mire, cumplo órdenes. Entre el agua y mi salario, prefiero mi salario”, dice como despedida.
Dando vueltas surge una casa, en la calle North Crescent Dr., donde ha desaparecido el césped, y dejado la tierra al desnudo.
Durante el camino han irrumpido un par de moradas en las que habían hecho el cambio del paisaje británico al California friendly o más acorde con el territorio. En lugar de tropicalismo, diseño de piedras y plantas de secano, como antaño. José Vergara, ingeniero del Metropolitan Water District of Southern of California, comenta que están subvencionando con dos dólares por cada “pie cuadrado” de hierba (casi un m2) que arrancan los propietarios.
No es el caso en Crescent Dr. El dueño, el productor cinematográfico Alfredo Zacarías, sólo renueva el sistema de regadío. Pone uno más eficaz, de goteo, con el que espera ahorrarse el 40% de los 800 dólares bimensuales de la factura. “Los vecinos de enfrente desperdician cantidad de agua al tirarla al asfalto”, denuncia.
A Zacarías le inquieta el legado medioambiental que dejará a sus dos hijas. “Me preocupo por ellas porque mi abuelo o mi padre jamás pensaron que escasearían recursos naturales, como el agua”. Sí, pero su jardín volverá a ser una alfombra verde natural, aunque, con las nuevas normas, sólo les dejan regar dos días a la semana. Y se le escapa que detrás se construye “una alberca”.
“El problema de California –concluye– es que este es uno de los mejores lugares del mundo para vivir, lo que atrae a cuantiosas personas cada año”.
La entidad en la que desarrolla su tarea el ingeniero Vergara abastecen de agua a 26 agencias del sur del estado, de Los Ángeles a San Diego, 19 millones de habitantes, más o menos el 50% del total de la población. “Hubo factores en los años sesenta que determinaron esta circunstancia actual”, explica en alusión al gran desarrollo impulsado por el entonces gobernador Pat Brown.
“Se construyeron la presa y el acueducto del río Sacramento, que desemboca en la bahía de San Francisco, junto al San Joaquín, y crean el Delta, para abastecer al sur”, explica en los cuarteles del Metropolitan Water District, en el centro de la ciudad angelina.
“Pasó que nos sobraba agua y como había que pagar las obras, se debía comercializar. Vino mucha gente y nació el California style. Si miras la revista Sunset verás ahora ejemplos de cómo ahorrar agua o consejos para instalar vegetación autóctona. Pero en aquella época, lo que exhibían eran casas con pastos y piscinas”.
Los censados en la época de Pat Brown, unos 15,5 millones, se
LA POTENCIA
El estado de California, si fuera un país, sería la séptima economía mundial
LA MEDIDA
Sacramento impone una reducción del 25% del consumo urbano por la grave sequía
LA CRÍTICA
Hay quien cree que se deberían limitar la construcción y los usos del agua agrícola
Agricultores se recortan el consumo para tratar de salvar sus derechos
Palm Spring surgió hace medio siglo y gasta 800 litros al día por persona
El gobernador Pat Brown impulsó el crecimiento en los 60 y su hijo lo reduce hoy
han más que doblado hasta los 39 millones, con Jerry, su hijo, al frente del gobierno. “La idea de que tu verde césped ha de estar siempre regado... esos días han pasado”, remarcó Brown jr.
“Estamos volviendo a lo básico, es una manera de reinventarse”, apostilla Vergara. Su labor principal consiste en planificar los recursos del futuro sin olvidar el impacto del cambio climático, que científicos como Ben Cook descartan sea la causa de la sequía pero sí un potenciador.
A partir del dato de que al año la población crece en 220.000 personas, en lugar de moratorias a la edificación, Vergara ve más adecuado construir en vertical y no en horizontal. Tampoco cree que haya que arremeter contra los agricultores porque gasten 3,78 litros por almendra. “Los que critican son los que se las comen.
Haciendo ruta. Ahí está Palm Springs, el oasis a 170 kilómetros al este de Los Ángeles fundado en medio del desierto, con 50.000 residente permanentes y famoso por sus celebrities Consumen 800 litros por día y habitante. “Pretendemos reducir un 35% el gasto de agua”, afirma David Ready, el mánager municipal.
“Estamos en una revolución cultural”, señala. “Después de 50 años –aclara– nos hemos de reconvertir. El paisaje del desierto también puede ser bonito y los campos de golf los mantenemos con agua reciclada. Si nos transformamos, no existe peligro para nuestra supervivencia turística”.
A unos 200 kilómetros al norte del inicio de este viaje, en el área rural de Bakersfield, en Central Valley, las nubes señalan que la tormenta es cierta. Pero no en la explotación cítrica de Dick Porter. “La sequía está causada en un 50% por la madre naturaleza y el resto por los políticos”, sostiene.
Su argumento se centra en la mentalidad urbana que predomina en los dirigentes políticos, quienes reciben donaciones de los grupos medioambientales, y por lo que se protege el Delta, dejándose sin agua el acueducto que traslada el agua al sur.
Porter arremete contra la información de que ellos usan el 80%. Dice que esa cifra no es más que el resultado de la presión político-mediática. “Nos corresponde el 40-45% y casi otro tanto se destina a la protección del delta y el 10% al uso urbano”, apostilla. Tras asegurar que hay unos agricultores que han dejado de hacer su trabajo –en parte se subvenciona el barbecho–. Porter añade: “Si dejamos de cultivar, habrá que importar y la comida se encarecerá por el largo traslado”.
Empieza a llover. “Ni en un año, cayendo el agua que ha caído, se aminoraría nuestra situación”, ilustra Dick Averett en la ciudad de Bakersfield. Averett, director de la agencia Rosedale Río Bravo, lamenta la división y falta de cohesión en la respuesta que las leyes de los derechos del agua de California provocan sobre el agua. Algunas vienen de la época española y dan preeminencia a los primeros colonos.“Este es un puzle que se monta por tramos pero que nadie se preocupa del conjunto. Necesitamos una política estatal para afrontar estas urgencias”, remarca.
Un grupo de agricultores acordó el viernes reducir su consumo un 25%, mientras el gobierno estatal se plantea anular parte de esos derechos históricos.
De regreso al cogollo de las autopistas de Los Ángeles, el sol reina de nuevo en medio de un inmenso colapso. Se hacen presentes las palabras del profesor Kevin Starr enviadas por e-mail.
“Esta sequía ofrece a California una última oportunidad para reinventarse”. Matiza, sin embargo, que los consejos “no incluyen la masiva importación de campos de golf británicos, de piscinas en la parte trasera de la casa o ducha de 20 minutos con el grifo abierto”. Starr pide la revisión de la producción agrícola, de los derechos del agua, de su precio, o el estudio de la desalinización y el almacenamiento o la adaptación de la arquitectura al paisaje.
En definitiva: “se ha de pasar de la cultura del consumo basada en la abundancia a la de la mesura a causa de la escasez del agua”.
Mark Arax cree que, si esto se prolonga un año más, se adoptarán medidas más drásticas. Pero teme que luego vengan las inundaciones y también arrastren “la memoria de la gente”.