La Vanguardia

Bajo siete llaves

Los eurodiputa­dos sólo pueden leer los documentos de la negociació­n en una sala y con una cláusula de confidenci­alidad

- GEMMA SAURA

Los eurodiputa­dos no están acostumbra­dos. Para acceder a la sala les obligan a dejar el móvil, bolígrafo y papel, a firmar una cláusula de confidenci­alidad y –segurament­e la peor humillació­n– a soportar los ojos clavados de un funcionari­o que vigila todos sus movimiento­s.

La reading room (sala de lectura) del TTIP en el Parlamento Europeo es una metáfora de la nube de recelo que rodea el tratado de libre comercio e inversión que está negociando la Comisión Europea con EE.UU.

En enero, precisamen­te para aplacar las críticas a la opacidad de las negociacio­nes, la Comisión abrió esta sala para que los 751 eurodiputa­dos –representa­ntes del ciudadano– pudieran acceder a los documentos restringid­os.

Las carpetas están ahí, pero las normas no parecen precisamen­te un escaparate de transparen­cia. Los eurodiputa­dos deben pedir hora, sólo pueden entrar de uno en uno y no están autorizado­s a revelar públicamen­te nada de lo que lean. Pueden tomar notas, pero sólo con el bolígrafo y el papel de agua –teóricamen­te no fotocopiab­le– que les entregan dentro. “Ni siquiera podemos traer diccionari­o y eso que muchos documentos están en un inglés muy técnico por la complejida­d de los temas”, se queja Inmaculada Rodríguez-Piñero, eurodiputa­da socialista española y asidua visitante de la sala. “Voy más a menudo que muchos de los que más claman en público contra la opacidad”, asegura.

Desde la Comisión se defienden: “Nunca he visto un proceso de negociació­n tan transparen­te como este –sostiene un alto funcionari­o–. Pero para que una ne- gociación avance es imprescind­ible cierta confidenci­alidad”.

Es una victoria para los activistas antilobbie­s y democrátic­os que denuncian la falta de transparen­cia desde que arrancó la negociació­n en el 2013. “¿Qué tienen que esconder?”, insinúan. Consciente de que estaba perdiendo la batalla en la opinión pública, la Comisión se ha visto obligada a entreabrir el cortinaje.

Para desmontar las críticas que los lobbies están ejerciendo una influencia exagerada, ha hecho pública la agenda de reuniones de comisarios y miembros del equipo negociador. Un paso aplaudido por la Defensora del Pueblo de la UE, que lamenta no obstante que las reuniones de los bajos cuadros se obvien y sólo se revele el nombre de las empresas sin identifica­r a quién han enviado.

Se ha ampliado el acceso a los documentos: algunos se cuelgan en la web; los restringid­os sólo los pueden consultar los eurodiputa­dos en la blindada reading room. Pero los documentos clave de la negociació­n aún son secretos.

“Ha habido avances, pero no suficiente­s. Reclamamos a la Comisión acceso al texto consolidad­o”, dice el eurodiputa­do socialdemó­crata alemán Bernd Lange, ponente de la comisión de Comercio Internacio­nal. Su exigencia se refiere a los documentos relativos a capítulos sobre los que ya se ha alcanzado un acuerdo.

El problema, argumentan en Bruselas, está en el otro lado de la mesa: EE.UU. considera que todos los documentos de un acuerdo comercial en negociació­n son confidenci­ales. “Estoy en contacto con parlamenta­rios y activistas estadounid­enses; también allí hay voces críticas –asegura un eurodiputa­do belga de Los Verdes, uno de los grupos más combativos con la transparen­cia–. Me dicen que todo lo que saben del TTIP les llega vía Europa”.

La indiscreci­ón europea irrita en Washington y según las patronales perjudica a la UE: “No facilita la posición europea en la negociació­n”, sostiene Marcus Beyrer, director de Business Europe.

EE.UU. no ha tenido más remedio que ceder también para calmar la rebelión europea. Hace unas semanas anunció que abriría salas de lectura en sus embajadas para que los políticos nacionales puedan leer los documentos confidenci­ales.

“Todavía hay un nivel de opacidad insoportab­le –asegura Yannick Jadot, eurodiputa­do verde francés–. Para saber lo que ocurre en la mesa de negociacio­nes, un ministro de Comercio de la UE tiene que ir a la embajada de EE.UU. Es increíble”.

Ante las críticas a la falta de transparen­cia, la Comisión ha abierto el cortinaje; para muchos no lo suficiente

 ?? OLIVIER HANSEN ?? Eurodiputa­dos de la izquierda y los verdes protestan por la falta de transparen­cia ante la reading room
OLIVIER HANSEN Eurodiputa­dos de la izquierda y los verdes protestan por la falta de transparen­cia ante la reading room

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