Votando voy
Las elecciones de hoy reflejarán el retroceso del bipartidismo, pero dejarán en el aire su magnitud en las generales
Las elecciones locales que se celebran hoy cerrarán una incógnita para abrir otra de mayor calado: quién gobernará España a partir del 2016, tras los comicios legislativos previstos para otoño. El enigma se resume en un dilema muy claro: ¿la correlación electoral del 24-M se ceñirá a las elecciones municipales y autonómicas o, por el contrario, su vigencia se prolongará hasta la cita de las generales? Esa incógnita se ha resuelto negativamente en las dos últimas décadas: ni los desenlaces de unas y otras elecciones han coincidido nunca, ni ha existido la menor concordancia en las respectivas magnitudes del voto. Sin embargo, el interrogante cobra especial relieve en el actual contexto de fragmentación política. Una fragmentación que inevitablemente plantea dudas sobre la gobernabilidad de las instituciones: las que se deciden hoy y las que se voten en otoño.
Las expectativas de segmentación política en el ámbito local y autonómico parecen fuera de duda a la luz de los diversos sondeos. Con independencia de qué partido sea el más votado o del color ideológico de la mayoría dominante en cada territorio, todas las encuestas coinciden en dibujar un paisaje marcado por los pactos para gobernar. Es más: el propio signo de la mayoría autonómica podría estar relativamente abierto en comunidades tan significativas como Madrid, Valencia, Aragón o Baleares. Y ese horizonte se encuentra bastante en línea con las proyecciones (necesariamente cautelosas) que se desprenden de las últimas elecciones europeas.
Sólo en Castilla y León el ganador parece tener al alcance la mayoría absoluta. En el resto de territorios, y allí donde cristalice una mayoría de centroderecha, el PP deberá pactar con Ciudadanos, mientras que en las autonomías donde domine la izquierda se abrirá una endiablada negociación entre dos, tres o más formaciones. Sin descartar situaciones transversales en las que Ciudadanos pueda unirse a un bloque cuyo objetivo sea expulsar del poder a un PP muy degradado, o incluso universos paralelos al extremeño en los que los desacuerdos en la izquierda permitan gobernar al partido más votado, aunque sea el PP.
La memoria histórica pesará mucho (ya lo hace en Andalucía) en los partidos emergentes, condenados por ahora a ejercer de bisagras. El CDS se hundió en apenas una legis- latura tras una errática política de pactos que, en general, favorecieron al PP (en Aragón y Madrid, donde ni siquiera fue la fuerza más votada, o en Castilla y León), sin que en ningún caso las contrapartidas –incluida la alcaldía de la capital- se tradujeran en réditos electorales. El partido de Adolfo Suárez había desaparecido en las siguientes municipales y autonómicas de 1991.
Ahora, con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina, la estrategia de pactos se encuentra con una complicación añadida. ¿Cómo mantener el protagonismo y la virginidad programática hasta la cita de otoño sin bloquear las instituciones locales y regionales? Por el momento, el horizonte se perfila muy prometedor para las fuerzas emergentes, con los dos grandes partidos bajo mínimos. Y las locales y autonómicas podrían acentuar todavía más esa deriva. Sobre todo si los numerosos indecisos de los sondeos fuesen en su mayoría desertores del bipartidismo que sólo dudan entre las distintas marcas emergentes.
Sin embargo, los comicios locales y autonómicos suelen tener vida propia y pueden servir únicamente como una momentánea válvula de escape para el malhumor de los electores. En cambio, las elecciones generales podrían verse marcadas por una influencia decisiva de la situación económica y por la mayor cautela estratégica del votante. Es decir, el efecto Cameron, aunque condicionado por una tasa de paro cuatro veces superior y unos escándalos de corrupción de dimensiones cósmicas en el caso español.
Por ahora, y si hay que atender al último barómetro del CIS (ver gráfico adjunto), el desenlace de las próximas elecciones generales sumiría en la impotencia a los dos grandes partidos, atrapados en mayorías inviables (con un virtual empate en escaños entre los bloques de izquierda y centroderecha, divididos a su vez por conflictos irreconciliables en el ámbito territorial o identitario). Pero ese panorama de ingobernabilidad podría, finalmente, frenar la fuga de votos de los dos grandes (y muy especialmente del PP), con vistas a las elecciones legislativas. El reto de Podemos y Ciudadanos tras el 24 de mayo reside en conjurar ese temor en las instituciones locales y autonómicas sin abrasarse en el intento.
LAS EXPECTATIVAS DEL 24 - M El clima político puede propiciar que las urnas dejen instituciones difíciles de gobernar
EL HORIZONTE ACTUA L El sondeo del CIS dibuja un Congreso de mayorías imposibles por su división interna