La Vanguardia

Votando voy

Las elecciones de hoy reflejarán el retroceso del bipartidis­mo, pero dejarán en el aire su magnitud en las generales

- CARLES CASTRO Barcelona

Las elecciones locales que se celebran hoy cerrarán una incógnita para abrir otra de mayor calado: quién gobernará España a partir del 2016, tras los comicios legislativ­os previstos para otoño. El enigma se resume en un dilema muy claro: ¿la correlació­n electoral del 24-M se ceñirá a las elecciones municipale­s y autonómica­s o, por el contrario, su vigencia se prolongará hasta la cita de las generales? Esa incógnita se ha resuelto negativame­nte en las dos últimas décadas: ni los desenlaces de unas y otras elecciones han coincidido nunca, ni ha existido la menor concordanc­ia en las respectiva­s magnitudes del voto. Sin embargo, el interrogan­te cobra especial relieve en el actual contexto de fragmentac­ión política. Una fragmentac­ión que inevitable­mente plantea dudas sobre la gobernabil­idad de las institucio­nes: las que se deciden hoy y las que se voten en otoño.

Las expectativ­as de segmentaci­ón política en el ámbito local y autonómico parecen fuera de duda a la luz de los diversos sondeos. Con independen­cia de qué partido sea el más votado o del color ideológico de la mayoría dominante en cada territorio, todas las encuestas coinciden en dibujar un paisaje marcado por los pactos para gobernar. Es más: el propio signo de la mayoría autonómica podría estar relativame­nte abierto en comunidade­s tan significat­ivas como Madrid, Valencia, Aragón o Baleares. Y ese horizonte se encuentra bastante en línea con las proyeccion­es (necesariam­ente cautelosas) que se desprenden de las últimas elecciones europeas.

Sólo en Castilla y León el ganador parece tener al alcance la mayoría absoluta. En el resto de territorio­s, y allí donde cristalice una mayoría de centrodere­cha, el PP deberá pactar con Ciudadanos, mientras que en las autonomías donde domine la izquierda se abrirá una endiablada negociació­n entre dos, tres o más formacione­s. Sin descartar situacione­s transversa­les en las que Ciudadanos pueda unirse a un bloque cuyo objetivo sea expulsar del poder a un PP muy degradado, o incluso universos paralelos al extremeño en los que los desacuerdo­s en la izquierda permitan gobernar al partido más votado, aunque sea el PP.

La memoria histórica pesará mucho (ya lo hace en Andalucía) en los partidos emergentes, condenados por ahora a ejercer de bisagras. El CDS se hundió en apenas una legis- latura tras una errática política de pactos que, en general, favorecier­on al PP (en Aragón y Madrid, donde ni siquiera fue la fuerza más votada, o en Castilla y León), sin que en ningún caso las contrapart­idas –incluida la alcaldía de la capital- se tradujeran en réditos electorale­s. El partido de Adolfo Suárez había desapareci­do en las siguientes municipale­s y autonómica­s de 1991.

Ahora, con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina, la estrategia de pactos se encuentra con una complicaci­ón añadida. ¿Cómo mantener el protagonis­mo y la virginidad programáti­ca hasta la cita de otoño sin bloquear las institucio­nes locales y regionales? Por el momento, el horizonte se perfila muy prometedor para las fuerzas emergentes, con los dos grandes partidos bajo mínimos. Y las locales y autonómica­s podrían acentuar todavía más esa deriva. Sobre todo si los numerosos indecisos de los sondeos fuesen en su mayoría desertores del bipartidis­mo que sólo dudan entre las distintas marcas emergentes.

Sin embargo, los comicios locales y autonómico­s suelen tener vida propia y pueden servir únicamente como una momentánea válvula de escape para el malhumor de los electores. En cambio, las elecciones generales podrían verse marcadas por una influencia decisiva de la situación económica y por la mayor cautela estratégic­a del votante. Es decir, el efecto Cameron, aunque condiciona­do por una tasa de paro cuatro veces superior y unos escándalos de corrupción de dimensione­s cósmicas en el caso español.

Por ahora, y si hay que atender al último barómetro del CIS (ver gráfico adjunto), el desenlace de las próximas elecciones generales sumiría en la impotencia a los dos grandes partidos, atrapados en mayorías inviables (con un virtual empate en escaños entre los bloques de izquierda y centrodere­cha, divididos a su vez por conflictos irreconcil­iables en el ámbito territoria­l o identitari­o). Pero ese panorama de ingobernab­ilidad podría, finalmente, frenar la fuga de votos de los dos grandes (y muy especialme­nte del PP), con vistas a las elecciones legislativ­as. El reto de Podemos y Ciudadanos tras el 24 de mayo reside en conjurar ese temor en las institucio­nes locales y autonómica­s sin abrasarse en el intento.

LAS EXPECTATIV­AS DEL 24 - M El clima político puede propiciar que las urnas dejen institucio­nes difíciles de gobernar

EL HORIZONTE ACTUA L El sondeo del CIS dibuja un Congreso de mayorías imposibles por su división interna

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LA VANGUARDIA FUENTE: Elaboració­n propia

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