La Vanguardia

Un día no es un día, son cien

La mala alimentaci­ón supera el consumo de alimentos sanos debido a la frecuencia de los excesos ‘ocasionale­s’

- MAYTE RIUS Barcelona

Pensamos que comemos más sano de lo que en realidad lo hacemos porque los alimentos menos saludables, esos que sabemos que debemos consumir con moderación, los tomamos sólo de vez en cuando, en ocasiones especiales. Pero las excepcione­s a menudo se suceden a diario. Unos croissants porque se despide un compañero de la oficina. Un refresco durante el encuentro con un amigo. Una pizza porque no hay tiempo de preparar la cena. Unas patatas fritas durante el partido de fútbol... Y los “por un día” se convierten en decenas y decenas de días.

“Si uno se pone a sumar los días al año en que se celebra algo y los que come fuera de casa o se da un capricho, resulta que nos pasamos más de una cuarta parte del año ingiriendo un exceso de comida, de sal, de azúcar y de grasas por motivos sociales o lúdicos”, afirma el pediatra y especialis­ta en nutrición Carlos Casabona, autor del libro Tú eliges lo que comes. Basta con tener dos excepcione­s a la semana para sumar más de cien al año.

De hecho, los expertos aseguran que la mala alimentaci­ón supera el consumo de alimentos sanos. Según un extenso estudio sobre los patrones de alimentaci­ón de casi 4.500 millones de personas de todo el mundo publicado en febrero en la revista Lancet Global Health, el consumo de frutas, hortalizas y otros alimentos sanos ha crecido un poco, pero la ingesta de alimentos poco saludables como los procesados cárnicos o las bebidas azucaradas ha aumentado más. Los expertos en enfermedad­es crónicas relacionad­as con nutrición (Nutri Co DE) aseguran que en el 2020 casi el 75% de las muertes serán atribuible­s a enfermedad­es no transmisib­les –las cardiovasc­ulares, el cáncer, las respirator­ias y la diabetes– que tienen relación con la dieta, por lo que animan a reducir la ingesta de alimentos poco saludables “porque comer una zanahoria no quita el haberte comido un bollo y una dieta insana no se compensa a base de frutas y hortalizas ni con suplemento­s vitamínico­s”.

El presidente del comité científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitari­a (SENC), Javier Aranceta, considera que la clave para evitar que las excepcione­s se conviertan en habituales es planificar los menús de la semana. “Si el fin de semana analizamos lo que vamos a hacer, qué cumpleaños, comidas o cenas especiales tenemos durante la próxima semana, podemos organizar los menús de los otros días de manera que compensen esos excesos y equilibren nuestra dieta”, explica. Y pone un ejemplo: “Si el jueves vamos a comer fuera de casa y será difícil que comamos fruta y verdura, lo podemos compensar en el desayuno y en la cena de ese día y en los menús del miércoles y del viernes”.

Casabona considera que el problema estriba en que vivimos en un ambiente obesógeno, en una sociedad con demasiadas ocasiones para comer, donde las ingestas superfluas pasan inadvertid­as “y cuando te sientas a comer al mediodía ya no te acuerdas de que ese día has tomado dos croissants y un refresco porque se celebraba algo en la oficina”, lo que se traduce en un consumo excesivo de alimentos con alta densidad energética y poco valor nutriciona­l.

Y los excesos, aunque no se prolonguen demasiado en el tiempo, cuentan. La revista de la Sociedad Americana del Corazón publicó a finales del año pasado un estudio que analizaba qué les pasa a jóvenes sanos si añaden tres magdalenas diarias a su dieta habitual durante seis semanas. Además de la ganancia de peso, los investigad­ores constataro­n un aumento de la resistenci­a a la insulina, es decir, más riesgo de padecer diabetes tipo 2 en el futuro. Y los voluntario­s que habían consumido magdalenas elaboradas con grasas saturadas presentaba­n peores niveles de colesterol que los que tomaron magdalenas elaboradas con aceite de girasol, en el que predominan las insaturada­s.

Para Aranceta, lo importante es que el sustrato de la alimentaci­ón, los menús cotidianos, sigan las recomendac­iones de la pirámide nutriciona­l en cuanto al consumo de frutas y verduras, de legumbres, de aceite de oliva, etcétera, y que la bollería, los refrescos, las carnes grasas, etcétera, sean siempre ocasionale­s. Subraya, no obstante, “que la gastronomí­a tiene una vertiente lúdica y de satisfacci­ón que no puede dejarse de lado, de modo que no se trata de considerar ningún alimento como pecado, sino de salirte lo menos posible del carril y, cuando te sales, hacerlo en poca cantidad y compensánd­olo después”.

Las ingestas superfluas pasan inadvertid­as en una sociedad con infinidad de ocasiones para comer

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ANDREAS POLLOK / GETTY La alimentaci­ón también tiene una vertiente lúdica y de satisfacci­ón

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