Un Celta con diez frustra el final feliz del Espanyol
Los blanquiazules caen sin poder redondear su buena campaña
Ni séptima plaza, ni victoria a domicilio, ni 50 puntos. El Espanyol cerró ayer la Liga con una derrota que no sólo frustró sus remotas opciones de ir a Europa –que ayer no se presentaron ni de forma puntual–, sino que acabó empañando la gran campaña que ha hecho Sergio González en su primera temporada al frente del banquillo. Más que porque los blanquiazules se jugasen nada, por la forma en que se presentó: ante un rival diezmado desde el minuto 20, cuando Del Cerro expulsó al meta Sergio Álvarez por el penalti que cometió sobre Sergio García. Los españolistas se adelantaron en el marcador desde los 11 metros, pero se dejaron igualar hasta en dos ocasiones por un Celta que pese a jugar con uno menos dominó el encuentro de principio a fin e hizo inútiles los goles de Sergio y Stuani.
De poco sirvió al técnico españolista salir con todo y dejarse ir en la previa rompiendo el tabú que él mismo se había impuesto de hablar de la séptima plaza. Desde el principio quedó claro que la fiesta que había organizado Balaídos para despedir a su capitán Borja Oubiña, que ayer se retiró sin poder jugar debido a una lesión, iba a venir acompañada de goles. Los locales se hicieron pronto con el dominio del balón –que mantuvieron hasta el final pese a jugar en inferioridad–, empezó a sumar ocasiones en los primeros minutos y sólo esa contra que acabó en penalti sobre Sergio tras una mala cesión de Fontàs al meta amenazó con frustrar la celebración.
El capitán españolista no falló desde el punto de penalti y Berizzo se vio obligado a prescindir de Larrivey, su referente en punta. Tampoco lo echó en falta, ya que Orellana, Santi Mina y Nolito asumieron el protagonismo en el ataque local ante la incomparecencia del Espanyol, incomprensiblemente incapaz no ya de matar el partido, sino de disputarlo de tú a tú. El Celta sí que siguió a la suya, no renunció a su juego de toque y en apenas un cuarto de hora consiguió igualar el marcador culminando una jugada coral. Orellana disparó, Casilla rechazó en primera instancia y Santi Mina se hizo con el balón para rematar a placer y dejar las cosas como al principio.
El partido se fue al descanso con ese 1-1 en el marcador y Stuani, con una vaselina de genio, parecía devolver el partido a la lógica aritmética a los tres minutos del segundo tiempo. Pero de nuevo fue un espejismo y se vio que quienes realmente jugaban en superioridad, de entusiasmo e intensidad, eran los locales. Diez minutos les bastaron para volver a igualar el marcador de la mano de Cabral, que cabeceó picado un gran balón que le puso Nolito.
Con más de media hora por delante, el Celta no dudó en ir a por el partido ante un rival que volvió a apostar por la paciencia y porque se impusiese la lógica. Y pudo encontrarla cuando Moreno cabeceó un balón al larguero de Rubén Blanco en el 76. Pero los caprichos del fútbol y, sobre todo, la ambición del Celta hizo que esa jugada acabase decidiendo el partido justo en el sentido contrario. De ese rechace, los locales montaron una contra conducida por Orellana, que corrió toda la banda derecha para sacar un centro al corazón del área. Nolito controló y, ante la presencia de un indeciso Salva Sevilla, se sacó una rosca que se coló por el poste izquierdo de Casilla, que poco pudo hacer. Un golazo que ponía el partido donde las ganas y el corazón de los jugadores celestes lo habían llevado.
La fiesta local acabó con una gran ovación al otro jugador local que ayer se despedía, el danés Krohn-Dehli.