Juego de las sillas en Westminster
Laboristas y nacionalistas escoceses se pelean por la distribución de los asientos en la Cámara de los Comunes
En Westminster, con la nueva legislatura, ha empezado la guerra. Pero las primeras escaramuzas no son sobre la renovación de la flota de misiles nucleares, los nuevos recortes que pretende imponer el Gobierno de David Cameron o la privatización de la medicina pública, sino sobre quién se sienta dónde. Como los niños con los pupitres cuando comienza el curso escolar.
En la escuela, salvo los empollones, se trata de estar lejos de la pizarra para pasar lo más desapercibido posible. Pero en Westminster es todo lo contrario, y el objetivo es situarse en las primeras filas para chupar cámara y aparecer retratado cada vez que habla el primer ministro, el ministro de Economía o el líder de la oposición, por muy maltrecha que haya quedado.
De un lado de la Cámara están los conservadores, y del otro lado el resto. En las filas del Gobierno, David Cameron ha impuesto una disciplina férrea para rodearse de fieles, con el lema de dejad que los más leales se acerquen a mí. El centenar de euroescépticos se han quedado relegados por tanto al gallinero de los Comunes.
Pero los laboristas, todavía en la lona tras el golpe que recibieron en las elecciones, no estaban preparados para la emboscada de que han sido objeto por parte del ejército de 56 nacionalistas escoceses que ha aterrizado en Westminster con el propósito de hacerse ver y oír. Y a ese fin, con el entusiasmo de los novatos y la energía positiva de su abrumadora victoria, llegan cada día un par de horas antes del comienzo de la sesión y plantan sus posaderas en los bancos tradicionalmente reservados al principal partido de oposición. Igual que hacen los alemanes en los hoteles de Ma- llorca, levantándose temprano para dejar su toalla en las mejores hamacas alrededor de la piscina, y que nadie se las quite.
Sobre la distribución de pupitres no hay ninguna norma escrita, pero sí tradiciones centenarias que hasta ahora nadie se había atrevido a desafiar, hasta la llegada de los escoceses, y más de un diputado inglés ha destacado la paradoja de que aquellos que buscan la ruptura de la Unión sean quienes se comporten en Westminster como niños con zapatos nuevos, como si les hubieran regalado un Scalextric. Y eso que el líder de su grupo parlamentario, Alex Salmond, todavía no ha hecho acto de presencia.
Quien sí está la primera en todas las sesiones es Mhairi Black, la estudiante de 20 años que es la más joven parlamentaria del Reino Unido en varios siglos, y que tiene la osadía de incrustarse entre los diputados laboristas de la segunda fila de bancos. Al Labour le han cortado las uñas los votantes, pero algunos de sus más veteranos no han aceptado así como así la invasión escocesa. Por ejemplo, el veterano izquierdista Dennis Skinner, que consiguió convencer a su usurpador de que se corriera un puesto para dejarle el asiento que ocupa desde hace tres décadas, y por el que está dispuesto a matar.
Los escoceses llegan siempre antes y se sientan en los bancos reservados al principal partido de la oposición