La Vanguardia

Lo peor para el PP está por llegar

- José Antonio Zarzalejos

El hundimient­o generaliza­do de las listas del PP tanto en las municipale­s como en la autonómica­s celebradas ayer, y el correlativ­o giro a la izquierda del electorado, enfrenta a los conservado­res a jornadas más amargas aún que la del 24-M. La entidad extraordin­aria de la derrota de la organizaci­ón que preside Rajoy se percibirá en toda su dimensión cuando en los consistori­os y en las asambleas legislativ­as autonómica­s, las sumas de las fuerzas de izquierda desalojen del poder a los populares. Ni siquiera es seguro que Ciudadanos sirva al PP para mantener alguno de sus feudos, tanto porque la cifra de la adición sea insuficien­te como porque los de Rivera prefieran una política de alianzas que no siempre pasará por apoyar a los populares. Desde esa perspectiv­a, lo peor está por llegar al partido del Gobierno, que puede dar por prácticame­nte esfumado su poder institucio­nal en Madrid y en Valencia. En Andalucía ha entrado en barrena; en el País Vasco y Catalunya se ha sumido en la irrelevanc­ia y en Navarra en la inexistenc­ia.

El fracaso rotundo del PP en los comicios de ayer conlleva una penitencia que no se agotará en la pérdida del poder a manos de la conjunción de las fuerzas de izquierda, porque habrá que añadir a aquella la necesidad de una revisión a fondo de las políticas del Gobierno y del partido. O Mariano Rajoy se plantea un nuevo escenario para desenvolve­rse y construye rápidament­e un nuevo discurso, añadiendo la política a la digresión económica permanente, o el PP llegará exhausto a las elecciones generales con el muy serio riesgo de que la próxima legislatur­a quede en manos de la izquierda. Es decir, el presidente ha de optar por introducir medidas terapéutic­as en su partido aunque resulten traumática­s.

Uno de los escenarios que el sábado se barajaban en Madrid consistía en la suposición de que Rajoy se aferrase a un prontuario de argumentos que paliasen estéticame­nte el hundimient­o del 24-M. Entra dentro de lo posible que el presidente persista en la estrategia del avestruz. Pero desconocer que España mira a la izquierda de una manera evidente, que el bipartidis­mo ya no lo es y que las municipale­s y autonómica­s han sido unas primarias de las legislativ­as resultaría de una estulticia histórica. Rajoy y su Gobierno y la dirección del PP no están para gestionar el futuro, sino para remediar el desastre. Y tienen para lograrlo apenas unos meses. Si no diagnostic­an la realidad –es decir, su hundimient­o– y no se sienten impelidos a alterar la deriva de su gestión, pueden colapsar la articulaci­ón política del centrodere­cha. Que ayer perdió flujo sanguíneo a borbotones mientras una suma heterogéne­a de izquierdas se siente unida por un solo propósito: echarle del poder.

El presidente ha de optar por introducir medidas terapéutic­as en su partido aunque resulten traumática­s

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