Si presidiera una mesa electoral...
Ayer era la fiesta de la democracia, pero me costó adoptar ese aire cívico que impera en el barrio. Me desperté con el disgusto de que Edurne había quedado fatal en Eurovisión a pesar de que según el Canal 24 horas de TVE “se sentía ganadora”. Menos mal. ¿Participará algún día Catalunya en Eurovisión? Amanezco trascendental.
Camino del colegio electoral IES Príncep de Girona de Barcelona, un antiguo cuartel de caballería, me pregunto por qué nunca he sido elegido presidente de mesa. Sospecho que hay una lista negra, elaborada con criterios objetivos: qué tipo de porno mira en internet, nunca vota antes de las 12, tiene la vida por rehacer, odia los domingos conyugales y cree que Ya me quejo yo por ti de Paco Mir es una pequeña joya humorística.
Estoy ante la mesa U –¿cómo saben que soy unionista?– y siento pulsión por presidirla. Desde que mi hijo es mayor de edad, ya no tengo a quien abochornar con un amago de baile en la calle o el anuncio de que voy a decirle a una chica que pasa que le gusta a mi hijo. Ya no avergüenzo a nadie.
“Reina, apúntame el móvil en la papeleta, que esta noche te envió los resultados y una foto mía”
Ante todo, trataría de darle vidilla a la mesa con comentarios a todos y cada uno de los votantes. Supongo que hay un margen de creatividad y, además, imagino que destituir a un presidente de mesa no es tan sencillo.
–¡Ha votado Angelina Cifuentes Villahermoso! ¿No será de la ceba?
Yo creo que hay que personalizar el voto y hacer que el votante se sienta importante. Un buen presidente de mesa debería estudiar el censo y con ayuda de un pirata informático restar anonimato al sufragio hasta darle un aire de proximidad.
–¡Ha votado Josep Cardedeu Calaf! Tribunero, de los que querían echar a Luis Enrique en diciembre.
A cambio de entregar un domingo a la sociedad, yo me cobraría ciertas licencias en el ejercicio de la presidencia. “Reina, apúntame el móvil en la papeleta, que esta noche te envío un watsap con los resultados y una foto mía con vara de alcalde”. A los adolescentes los pondría firmes: “Como te vea votando a la CUP te rompo la papeleta y te saco a guantazos de aquí, donde miles de españoles dieron los mejores meses de su juventud limpiando caballos”. En cambio, con las señoras pensionistas sería un caballero y les diría que pueden seguir cruzando los semáforos en rojo con el carrito de la compra por delante sin incurrir en infracción alguna del código de circulación.
Y al terminar la fiesta de la democracia, convocaría a los interventores de cada partido para soltarles un discurso elocuente y emotivo:
–Estos hombres y mujeres del barrio que no tenían nada mejor que hacer este domingo han confiado en vosotros. Mantened las diputaciones provinciales y los consejos comarcals, sufragad las pérdidas del Bicing y el bluf del Born, que Barcelona puede con esto y con lo que le echen.