Un sueco enamorado de Barcelona ganó Eurovisión
Zelmerlöw batió a Rusia cantando sobre acoso escolar junto a un dibujo animado
El sueco Måns Zelmerlöw, ganador anteanoche del festival de Eurovisión, encandiló a todos con su canción Heroes, que le convertirá además en paladín contra el acoso escolar. “Cuando tenía diez años me pasó; había en clase un niño abusón, que consiguió aislarme de mis amigos, hasta que llegó un alumno nuevo, y me ayudó”, explicó en rueda de prensa en la madrugada del domingo, con el trofeo eurovisivo en sus manos. En la puesta en escena, Zelmerlöw bailó con un dibujo animado de trazo sencillo, que le representaba a sí mismo en la niñez.
Con 365 puntos, el intérprete sueco batió a Rusia, cuya representante, Polina Gagarina, cantó por la paz esforzándose por hacer olvidar a la audiencia la implicación rusa en el conflicto en Ucrania y las leyes discriminatorias contra la homosexualidad. Gagarina cosechó 303 puntos, mientras que la tercera clasificada, Italia, con 292 puntos, desplegó un vibrante himno al amor entonado por los tres tenores de Il Volo.
Måns Peter Zelmerlöw, nacido en Lund, siente pasión por Barcelona, donde dispone de un piso. Uno de sus discos, lanzado en Suecia el año pasado, se titula precisamente Barcelona sessions; y, según la agencia alemana Dpa, posee un perro labrador llamado Messi, en honor de la estrella del Barça. Zelmerlöw, que cumplirá 29 años en
junio, lleva diez en el espectáculo, cantando, componiendo y presentando programas de televisión.
Su victoria anteanoche en la Wiener Stadthalle confirmó que Suecia es una potencia musical; es la sexta vez que gana Eurovisión. El último triunfo sueco está fresco en la memoria (fue en 2012 con Loreen cantando Euphoria descalza), y el país además ha dado la canción y el grupo que mejor encarnan el espíritu eurovisivo para millones de europeos: Abba y su tema
Waterloo, ganadores en 1974. Soilamente Irlanda, con siete premios en su haber, supera el historial de Suecia.
Mientras, la representante de España, Edurne, tuvo un decepcionante puesto número 21 sobre un total de 27 países presentes en la final. Su Amanecer logró sólo 15 puntos. “Me siento orgullosa del trabajo que hemos hecho y me siento ganadora por la reacción del público”, dijo la cantante a la prensa al acabar el festival. El año pasado en Copenhague, Ruth Lorenzo quedó décima.
En la pugna por la victoria, con el marcador a la mitad, la rusa Polina Gagarina iba en primera posición con su A million voices. Se oyeron algunos abucheos cuando recibía puntuaciones elevadas, por lo que una de las presentadoras alertó de que “esta noche, la música debe estar por encima de la política”. Y lo cierto es que así fue, pues Rusia recibió muchos votos pese a la actual tensión geopolítica. Ucrania no quiso participar en el festival.
Que Gagarina no ganara resultó casi un alivio para el séquito eurovisivo, en el que reinaba estos días inquietud por si el eurofestival del 2016 acababa celebrándose en Moscú, debido a sus restrictivas leyes sobre homosexualidad. Incluso el patriarca ortodoxo Cirilo había cargado ya contra Eurovisión a propósito de Conchita Wurst: criticó a “todas esas cantantes barbudas”, y sus valores “repulsivos para nuestra alma y nuestra cultura”. La canción italiana, Grande
amore, muy aplaudida, quedó pronto relegada al tercer lugar, sin opciones a pelear por el primer puesto. Una vez más se puso de manifiesto que los gustos musicales de público y jurado funcionan también por áreas geográficas, y el alma mediterránea no bastó para asegurar el triunfo a los tenores.