De suflé en suflé
“El proceso se ralentizará y soy de los que piensan que el president no debe convocar elecciones en septiembre. La gente quiere menos proceso y más centrarnos en los problemas”, estima Joan Carles Bastida, interventor de UDC, que no se suma a los abucheos que los simpatizantes de CiU dedican a Ada Colau cuando se cuela su discurso de la victoria a través de la pantalla gigante instalada en la estación del Nord.
Ahora, el suflé es cosa de la Colau, de Ciutadans y los recién llegados. “Es un voto pasajero, un suflé. Como cuando Ruiz-Mateos”, estima Jordi. Una señora ve a la Colau en la pantalla y suelta: –Quin repelús! Los convergentes han tomado la estación del Nord en números discretos, apenas un centenar de asistentes: ¡dónde nos tenemos que ver! Del Majestic a una estación de autobuses desgraciada donde sólo los rótulos “Paso a los andenes” recuerdan el pasado ferroviario. Muchos asistentes confían en que también los resultados están de paso. “Ahora se verá cómo gobiernan. ¿Qué resultados tendrían ahora los que gobiernan en Grecia si convocaran elecciones?”, dice Lluïsa.
Ahora, hay que esperar. Tener paciencia, aguardar a que el suflé –el de los otros, no el suyo– empiece a bajar y los barceloneses y los catalanes vuelvan al redil.
“Si perdemos Barcelona, ¡es el final del proceso”, nos dice abatido y espontáneo un hombre que no acaba de encajar que haya otras opciones. A las once de la noche, una ovación honda recibe a Xavier Trias y al president Mas. “Esto nos obliga a reflexionar. Creo que lo hemos hecho bien pero hemos perdido votos”, dice Trias cuyo discurso es corto y digno, barcelonesamente elegante. Y flota en la atmósfera del vestíbulo una corriente de rectificación aunque la militancia corea “¡independencia!” para terminar la noche. Mas bebe agua, saluda y calla.