Un libro abierto (y no es de Chomsky)
Ada Colau es un libro abierto, pero el primer capítulo no se empezó a escribir anoche, cuando se confirmó que lidera la lista más votada y protagoniza el triunfo de “David contra Goliat”. El cronista mantuvo su primer encuentro con Ada Colau el 8 de febrero del 2013. Ya por entonces eran incesantes los cantos de sirena que le pedían el salto a la polí- tica, aunque ella seguía trabajando en el Observatori de Drets Econòmics, Socials i Culturals, la cuna de la campaña Stop Desahucios y de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En la entrevista se habló del derecho a la vivienda, a la salud, al trabajo o a la educación, pero también de Saramago y Calvino.
Esta mujer, vehemente y culta, es la misma que anoche lloró cuando sus seguidores le gritaron “Sí, se puede”. Con ella pocas veces hay zonas intermedias. Nada de grises. O blanco o negro. O atrae como imán o rechaza como un calambrazo. Ada Colau gana muchísimo en las distancias cortas. Los debates televisivos no le han hecho justicia. La PAH –y durante años hablar de la PAH era tanto como hablar de ella– no impidió centenares de desahucios en un plató de televisión , sino con el trabajo a pie de obra, en la calle, entre los vecinos. Ahí aparece la verdadera activista, la que anoche hizo enronquecer a centenares de personas en la Fabra i Coats, y la que ahora deberá demostrar su valía en los despachos. El cronista, que no ha escrito ni una palabra sobre Barcelona en Comú durante la campaña, llegó al encuentro de hace 28 meses completamente imantado. Tanto, que quiso hacerle un regalo a la entrevistada. Un libro. Pudo ser uno de Chomsky. O uno de Nabokov, Ada o el ardor, pero el juego de palabras era demasiado obvio. Al final le regaló El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, un título capital del nuevo boom latinoamericano.
Un día antes de la entrevista, un desahuciado –uno más– se suicidó en Córdoba.